lunes, 30 de mayo de 2022

Dependencia emocional

La dependencia emocional

Últimamente la frase “ser tóxico” se oye mucho, la escuchamos en conversaciones con amigos, en el autobús o en la televisión, pero ¿qué es “ser tóxico” o tener una “relación tóxica”? Normalmente definir esto en términos generales es sencillo, podría definir a la pareja de un amigo o amiga, o esa persona que aparece en programas sensacionalistas; pero, ¿a qué se refiere realmente esta expresión?

Pese a que el término tóxico es algo que se utiliza habitualmente, nosotros preferimos hablar de dependencia emocional. ¿Qué es la dependencia emocional? De manera sencilla podemos decir que la dependencia emocional es ese tipo de relación en la que existe un desequilibrio, una persona provee y la otra recibe, por ejemplo, cuidados o afecto; además, suele acompañarse de cierto malestar, la sensación (o certeza) de que esa persona no nos hace bien, pero nos vemos incapaces de salir de esa relación. Es importante recordar que, aunque esto se escribe desde la perspectiva de la relación amorosa, no es necesario tener una relación de pareja para que esto se pueda producir, también podemos verlo en relaciones de amistad.

Antes de empezar, cabe mencionar que la dependencia de otras personas no es mala en sí misma, por ejemplo, existen relaciones de dependencia saludables como las que se producen entre padres e hijos, o entre hermanos, que constituyen grandes fuentes de satisfacción; no obstante, puede constituir un problema cuando genera un malestar significativo. Con el objetivo de facilitar un poco el proceso de identificación de las relaciones de dependencia emocional, os ofrecemos algunas señales que pueden aparecer en ellas:

-“Necesitan” al otro para regularse, por ejemplo, si se sienten mal por algo que ha dicho o hecho, les puede ser muy difícil calmarse, necesitaran llamar o hablar de manera inmediata con el otro.

-Miedo al abandono o al rechazo y desconfianza a los demás, esto les puede llevar a intentar controlar a la pareja, por ejemplo, leyendo conversaciones privadas o revisando redes sociales, etcétera.

-La manera de vincularse en la relación no es de igual a igual, tienden a posturas de dominación o sumisión.

-Problemas de autoestima y con la identidad, pueden adoptar los gustos, manera de vestir, aficiones o estilo del otro (amigo o pareja).

Estas señales “generales”, se ven plasmadas en comportamientos cotidianos que podemos llegar a normalizar, como los celos, mirar el teléfono a la pareja, la dificultad para establecer límites en la relación o la incapacidad para mantener acuerdos establecidos. En situaciones extremas, en este tipo de relaciones puede aparecer la violencia en sus diferentes formas (física, verbal, psicológica, sexual o financiera). En estos casos es importante recordar, que nada justifica la agresión de ningún tipo a otra persona, por lo que lo primordial en estos casos es protegerse a uno mismo.

Pese a que podemos caer en este tipo de relaciones, es importante recordar que, las relaciones sanas, son aquellas que se producen en un clima de cooperación y de igualdad, en las que ambos componentes de la relación proveen y reciben de la misma manera o, al menos, en porcentajes cercanos al equilibrio, este tipo de relaciones se denominan relaciones de interdependencia. Si te interesa saber más sobre este tema, te recomendamos la charla TED Dependencia emocional de Arun Mansukhani, además, te invitamos a leer algunos de los artículos de nuestro blog en los que tratamos sobre las relaciones de pareja, por ejemplo, el post Asertividad en pareja.

lunes, 23 de mayo de 2022

Alexitimia

 DIFICULTAD PARA LEER LAS EMOCIONES: LA ALEXITIMIA

¿Os habéis preguntado cómo sería la vida si no pudiésemos leer emociones? ¿Nos ayudaría o sería un obstáculo para nuestro navegar por el mundo? Lo cierto es que puede plantearse un escenario sugerente en que las emociones no serían un “obstáculo”… O no. La idea de “anestesia emocional” puede resultar atractiva en determinados momentos en que el estado anímico provoca malestar continuado, pero también podemos pensar en los posibles momentos de bienestar que perderíamos de la mano de emociones como la alegría, la ilusión o la tranquilidad. De todas formas, cabe indicar que no vamos a tratar sobre esta “anestesia”, sino sobre algo diferente.

Nos estamos refiriendo a la alexitimia, según la RAE, “incapacidad para reconocer las propias emociones y expresarlas, especialmente de manera verbal”. Sería como tener un libro y no saber leerlo. Y es que en estados alexitímicos emociones hay y se expresan (generalmente de forma atenuada), pero existiría una importante limitación a la hora de su reconocimiento y empleo funcional.

La alexitimia fue descrita por el médico Sifneos en 1972 al encontrar, dentro generalmente de trastornos mentales graves, una desconexión profunda con el plano emocional de sus pacientes, tanto hacia sí mismos como hacia el reconocimiento de emociones en otros. De hecho, se pueden encontrar diversas listas que tratan de caracterizar el fenómeno, pero sin excesivo acuerdo por la comunidad científica en cuanto a su utilidad o maneras de intervenir. Esta sería una visión tradicional patológica de algo que, desde este blog, nos planteamos si puede ser contemplado como algo más “temperamental”, esto es, de un tono general en cuanto a la personalidad y manera de actuar de algunas personas.

En estados alexitímicos podemos decir que no es que no existan emociones en la persona, sino que se encontrarían en un plano no interpretable y, por tanto, no gestionable de manera “ecológica”, es decir, con naturalidad. Expresarían algo de tristeza ante una pérdida, pero quizá no lo notasen, para asombro de otros que puedan encontrarse cerca. Se cabrearían ante un insulto y posiblemente reaccionarían, pero en un marco de incomprensión y muchas veces sin apenas intensidad. Por definición, tampoco sabrían leer las emociones en los rostros y gestos de los demás. Por ejemplo, ver a otro asustarse ante un perro agresivo no les pondría en alerta ante un estímulo potencialmente dañino, perdiendo el miedo así la funcionalidad de protegernos.

¿Qué ocurriría si pusiésemos la alexitimia al nivel de un estado más temperamental? Aunque sería a modo de disertación, entendemos que podría perder esa parte de patologización y podría contemplarse más como un rasgo abierto a ser modulable en cuanto a posibilidades de gestión.

Una cosa es no reconocer emociones y otra muy distinta que no se pueda educar en su reconocimiento. Cada emoción tiene una manera de expresarse idiosincrásica. Si aquí aparece :) rápidamente lo conectamos con una sonrisa y ello, con alegría. También conocemos que la alegría tiene una funcionalidad (acercarnos a otros socialmente o expandir ideas y experiencias) que puede ser aprendida.

También podría darse la situación en que las emociones se expresasen y sintiesen de una manera tan atenuada que, de alguna forma, no fuesen discriminativas. No es lo mismo sentir miedo a un nivel máximo en todo el cuerpo que únicamente algunas sensaciones de activación breves y difusas. La psicoeducación sería de nuevo sumamente relevante, pues conocer cómo funcionan las emociones, su función y expresión puede ayudar a identificar y discriminar los distintos estados emocionales y las situaciones donde sería más lógica su aparición de forma adaptativa.

Desde el SPA esperamos que esta información os haya resultado de utilidad, sobre todo si está ocurriendo y fuese necesario recurrir a ayuda terapéutica para una gestión emocional más rica y satisfactoria.

sábado, 14 de mayo de 2022

Conclusiones precipitadas

Conclusiones precipitadas

A menudo nos encontramos pensando sobre algún suceso o conducta, dándole vueltas al porqué de sus posibles causas, tratando de extraer conclusiones sobre los motivos que han podido propiciar que un determinado evento haya tenido lugar o sobre aquellos otros que tal vez se escondan tras una sonrisa o, por el contrario, tras una mala cara de alguien. Cavilamos y cavilamos, rumiamos y rumiamos una y otra vez y, sin darnos cuenta, comenzamos a mirar las cosas desde un único punto de vista, desde aquel que nos hemos fraguado, generando el efecto de visión de túnel, el cual nos impide adoptar otras posturas (o al menos, sopesarlas). Alguien dijo en una ocasión que actuamos a modo de “científicos de andar por casa”. Detectamos pistas, las seguimos vagamente y formulamos nuestras propias hipótesis de manera precipitada, sin ponerlas a prueba de la manera correcta, sin controlar los sesgos ni analizar la consistencia de los datos disponibles. Sencillamente enfocamos la mirada en el ángulo que nos hemos propuesto escudriñar, y pasamos por alto los elementos circundantes.

¡¿Cuántas veces nos habremos forjado una imagen de una persona únicamente a partir de nuestra primera impresión?! ¡¿Y cuántas relaciones habremos enrarecido o echado directamente a perder por no mirar más allá de nuestras narices?! En no pocas ocasiones, tendemos a interpretar un mal gesto con un carácter personal, sintiéndonos atacados. Cualquier mueca, suspiro o silencio lo traducimos de inmediato en un signo de desdén o de desprecio capaz de hacernos daño, pero no nos damos cuenta de que tales ademanes también pueden entrañar sueño, fatiga o cansancio, sin que sea necesaria ninguna otra lectura adicional. A menudo, pasamos por alto que el resto de la gente convive y batalla a diario con sus propios problemas, muchas veces silenciados y/o escondidos tras sonrisas artificiales, a modo de perfecta máscara de carnaval. Sin embargo, hay días en los que ese disfraz se rompe, la cinta que amarra la careta a nuestro rostro salta sin previo aviso, agotada por haber soportado demasiada tensión, y la tez se queda al descubierto, desnuda y desprotegida, pero auténtica y veraz. Y, en esos instantes, pocas veces adivina quien se detiene a observarnos el porqué de nuestra inusual apariencia. Es probable que, por el contrario, despertemos la sospecha de que algo nos ha ofendido o de que nos hemos dejado influenciar por terceros que se han dedicado a “envenenar”.

La hipótesis ya ha sido formulada. Las pistas aparentes nos han llevado a la obtención de esas conclusiones hartamente precipitadas..., y no dudamos en actuar en consecuencia. Lanzamos mensajes del tipo “¿Se puede saber qué te he hecho yo para que me pongas esa cara?” y otros tales como “¡Hay que ver qué callado estás! ¡Ni que estuvieras en un templo!”, y muchos, muchísimos más, todos ellos parecidos, mediante los cuales transmitimos nuestra suspicacia y desconfianza, creyéndonos, de algún modo, el centro del universo, dando por sentado que las actitudes de quienes nos rodean giran exclusivamente a nuestro alrededor, dependiendo del vínculo que con nosotros se haya establecido. Y, ¡quién sabe! Puede que en ocasiones atinemos, como quien acierta el reintegro en la lotería…, pero dejarnos llevar por una idea espontánea, o darle vueltas y vueltas siempre a una única posibilidad, lejos de acercarnos a un entendimiento, puede favorecer o potenciar el conflicto. Por eso, resulta fundamental plantearnos numerosos interrogantes y establecer varias hipótesis alternativas a la primera que se nos ocurra. De ese modo, estaremos actuando como científicos verdaderos, y correremos un menor riesgo de difundir y/o de mostrarnos receptivos ante chismes y cotilleos que, sin duda, nos tentarán a poner en práctica en nuestras relaciones el popular juego del “teléfono escacharrado”.

Pues bien, hasta aquí nuestro artículo semanal. Desde el Servicio de Psicología Aplicada, esperamos que os haya gustado y que os haya invitado una vez más a reflexionar. Muchas gracias por seguirnos y por leernos. ¡Hasta la próxima!

martes, 3 de mayo de 2022

Rupturas sentimentales

¿CÓMO GESTIONAR UNA RUPTURA?

Has escuchado, te han dicho, o incluso, te recuerdas a ti mismo diciendo; “el tiempo lo cura todo”.

Desde el Servicio de Psicología Aplicada queremos haceros esta semana una pregunta, ¿es el tiempo el que lo cura todo? O realmente, ¿es lo que hacemos con ese tiempo?

Cuando afrontamos una ruptura de pareja probablemente hablemos de uno de los duelos más difíciles de gestionar ya que, a diferencia de los fallecimientos, la persona no desaparece, en mayor o menor medida somos conscientes de que esta persona que antes formaba parte de nuestra vida ya no está en ella, pero sigue existiendo y haciendo su propia vida, pero sin nosotr@s.

Al igual que cualquier duelo, ante una ruptura de pareja existen las mismas fases de duelo: Negación, ira, negociación, depresión, aceptación. Y del mismo modo que ante un fallecimiento, no todas las personas pasamos por todas estas etapas y ni siquiera tenemos porque pasar por ellas de manera lineal o gradual, por lo que no te lo tomes como un índice que debes seguir para superar una ruptura.

Sin embargo, sí que podemos valorar que puede venirnos bien para que afrontar este proceso de duelo y que queremos transmitiros en la entrada de esta semana:

- Permítete sentir emociones desagradables ya que son emociones que pueden estar presentes durante el proseo de duelo. Es normal que sintamos tristeza, ira, ansiedad, miedo o culpa. Todas las emociones que puedas sentir son válidas y adaptativas en este momento. Tienes derecho a sentirlas y expresarlas, por ello es recomendable que no las trates de bloquear. Te recomendamos que puedas dedicar un tiempo de tu día a escribir y expresar cómo te sientes.

- Trata de no caer en la hipervigilancia. En la era tecnológica en la que nos encontramos, consultar con frecuencia las redes sociales de nuestra expareja puede ser una forma de tratar de regular nuestras emociones desagradables ante la separación, sin embargo, puede dar lugar a malinterpretaciones y aumentar nuestro dolor. Por ello, recordamos que es importante que tratemos de conseguir el contacto 0, sin embargo, entendemos que es una tarea complicada por ello podemos valorar como alternativa realizar un ejercicio de aplazamiento. Date permiso para valorar tus emociones durante 15 minutos antes de tomar una decisión precipitada.

- No idealices a tu expareja ni a la relación. Es muy fácil caer en ello, pero esto solo conducirá a incrementar aún más tu sufrimiento.

- Trata de no caer en la inactividad. Es normal que tras una ruptura no tengamos ganas de realizar cualquier tipo de actividad, queramos estar a solas y, por consiguiente, no queramos relacionarnos. Es algo de debemos de permitirnos. Sin embargo, esto no debe prolongarse en el tiempo. Puedes realizar ejercicio físico, recuperar aficiones o buscar otras nuevas, apoyarte en tus seres queridos, pero ante todo recuerda respetar tus tiempos.

Ten en cuenta que una ruptura sentimental es una experiencia del duelo que, aunque resulte desagradable, es adaptativa y necesaria. Sin embargo, si consideras que la situación te está desbordando, es recomendable que busques la ayuda profesional.

Pensamientos intrusivos

PENSAMIENTOS INTRUSIVOS

Los pensamientos “saltan en nosotros” de forma automática. La pregunta es que es primero ¿son los pensamientos lo que nos hacen sentirnos mal o son los sentimientos los que hacen que pensemos de forma errónea? La mayoría de las personas tienden a pensar por la segunda alternativa. Sin embargo, desde la psicología cognitiva, esto no es así: son las creencias profundamente arraigadas en nosotros las que hacen que contemplemos la realidad de una forma u otra, y eso es lo que hará que ante los acontecimientos que nos ocurran reaccionemos con unos sentimientos u otros.

Algunos de estos pensamientos pueden aparecer de manera disruptiva, provocando malestar y confusión mientras realizamos nuestra vida diaria. Intentar apartarlos es muy complicado ya que al aparecer de forma automática no existe la posibilidad total de controlar qué es lo que estamos pensando.

Desde el Servicio de Psicología Aplicada os proponemos un ejercicio práctico para entender cómo funcionan los pensamientos de forma automática:

Para realizar el ejercicio busca un lugar donde te encuentres tranquilo y cómodo.

En el siguiente minuto cierra los ojos y no pienses en ningún momento en un elefante rosa.

¿Has podido mantener alejado al elefante rosa de tu mente todo el tiempo?

Seguramente, cuando practiques este ejercicio y querías mantener fuera de tu mente la imagen de un elefante rosa, ha sido imposible dejar de pensar en ello. Controlar qué es lo que pensamos es una tarea casi titánica que puede suponer mucho gasto de energía. Es por ello, que pensar en cosas que no quieres pensar, a veces puede provocar sufrimiento, e incluso también culpabilidad. Los pensamientos intrusivos que producen malestar generan también mucha confusión en la persona que no entiende por qué tiene esos pensamientos cuando no le gustan. A veces estos pensamientos aparecen porque en realidad son importantes para nosotros, pero nos provoca sufrimiento pensar en ello, y por eso los evitamos. 

Si aparecen en tu día a día y cada vez provocan mayor malestar de forma automática, puedes probar a pensarlos voluntariamente. Una estrategia que puede ser útil para manejar estos pensamientos disruptivos es realizar una tarea diaria, no más de 15 minutos al día, en dónde tú vas a ser la/el que decida pensar de forma voluntaria, en aquello que te preocupa. Muchas veces lo que nos resulta disruptivo es el hecho que aparecen de forma automática en un momento que queremos estar en calma, pero el hecho de pensarlos de forma consciente hace que pierdan fuerza porque desciende el componente emocional.

También podemos utilizar otra técnica para gestionar los pensamientos intrusivos a través del cuestionamiento socrático. Esto consiste en identificar el pensamiento que aparece de forma intrusiva en nuestra mente, por ejemplo: “nunca me sale ningún plan”. Podemos cuestionarlo buscando evidencias a favor del pensamiento: “hoy me acaban de cancelar un plan”. Incluyendo también evidencias en contra de este pensamiento: “ayer fui de cena con mis amigas”. Después de esto podemos buscar un pensamiento alternativo que se encuentre en el punto medio entre las evidencias que encontramos anteriormente: “hoy no me ha salido el plan y eso no significa que nunca me salgan planes”. Una vez reflexionado este pensamiento alternativo sería bueno preguntarnos cómo me siento con el nuevo pensamiento, por ejemplo: “más tranquila, aunque un poco triste porque tenía muchas ganas”.

Los pensamientos son infinitos en nuestra mente y pueden aparecer todo tipo de mensajes, lo importante es recordar que los pensamientos intrusivos no te definen y tampoco son hechos reales. Ser consciente de nuestros pensamientos y darnos cuenta de que pensar sobre algo no significa que tenga que convertirse en una realidad puede ayudar a gestionar este tipo de mensajes que irrumpe en la mente.

Finalmente, es importante señalar que los pensamientos intrusivos no son lo mismo que la ideación suicida, ya que el pensamiento intrusivo no tiene relación con el deseo o el pensamiento consciente, la ideación suicida tiene una intencionalidad y una planificación que necesita de ayuda urgente.

Empatía

"La Capacidad Transformadora: Explorando el Poder de la Empatía"      La empatía, esa cualidad humana que nos permite ponernos en ...