martes, 30 de mayo de 2023

Trastornos de la conducta alimentaria

Trastornos de la Conducta Alimentaria

El 2 de junio se celebra el Día Mundial de Acción por los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Por ello, en este post nos gustaría centrarnos en uno de los factores que pueden influir en el desarrollo y mantenimiento de un TCA: las redes sociales. En los últimos años la investigación ha tratado de describir cuáles son las implicaciones del uso que hacemos de las redes sociales en este tipo de problema psicológicos, determinando que el uso inadecuado de las redes sociales está relacionado con la insatisfacción con la imagen corporal.

La utilización inapropiada de las redes sociales puede aumentar la probabilidad de padecer un trastorno de la alimentación a través de procesos psicológicos como la comparación social, la asunción de la delgadez como ideal de belleza y la autocosificación de los cuerpos.

Existen diversos aspectos derivados de un uso inadecuado de las redes sociales que influyen en el desarrollo o mantenimiento de un TCA. Entre ellos destacan los siguientes:

- Exposición a imágenes de figuras corporales que concuerdan con el ideal de belleza o que han sido editadas mediante filtros o retoques fotográficos con el objetivo de alcanzar este ideal.

- Mantenimiento las creencias negativas acerca de la propia autoimagen, mediante la comparación constante con un ideal de belleza considerado “normativo”.

- Visualización de contenido que fomenta, mediante pautas y consejos, las conductas asociadas a los TCA como son las dietas restrictivas, el ejercicio excesivo o diferentes tipos conductas purgativas como laxantes, provocación del vómito, etc.

- Desinformación y equiparación de la delgadez al éxito o la felicidad, mediante la transmisión de una “aparente” vida exitosa y perfecta a la cual todo el mundo querría aspirar.

- Preocupación excesiva por la autoimagen, favorecida por la presión por la imagen corporal, la publicidad engañosa y la sobreinformación nutricional y deportiva.

Estos aspectos tienen aún más influencia sobre las personas de género femenino y que se encuentran en la adolescencia, siendo estos propiamente factores de riesgo para el desarrollo de un TCA.

Por otro lado, también existen factores protectores que parecen reducir el impacto de la influencia de las redes en el desarrollo de un trastorno de la alimentación como es el realizar un uso limitado y consciente de las redes sociales y poseer conocimientos sobre el funcionamiento interno de las mismas, la visualización de contenidos saludables, variados y de interés personal que no se limiten a aspectos relacionados con la imagen corporal, poseer conciencia sobre cómo puede afectar un uso inadecuado de las redes sociales a nuestra salud mental y tener una buena autoimagen y autoestima corporal.

Por lo tanto, para poder limitar la influencia de las redes sociales en el posible desarrollo de un TCA es muy importante seleccionar y tomar conciencia del tipo de contenido que consumimos y al que estamos expuestas en redes sociales, así como de tener en cuenta la influencia que puede tener en nuestra autoimagen y fomentar otros hábitos que favorezcan una buena autoestima.

lunes, 29 de mayo de 2023

El ciclo de la violencia

Esta semana nos gustaría hablar con vosotros acerca del Ciclo de la Violencia de Género. Fue en 1979 cuando la psicóloga Lenore Walker explicó, y nos ayudó a entender, cómo las víctimas quedan atrapadas en relaciones de maltrato. Según este concepto, las relaciones de maltrato atraviesan de forma cíclica las siguientes fases:

1. Acumulación de la tensión. En esta etapa, el agresor ejerce una violencia más sutil mediante distintas estrategias, como por ejemplo: menosprecios, insinuaciones, sarcasmos, silencios o, incluso, demandas irracionales hacia la víctima. Además, otros factores más relacionados con el contexto familiar tienden a alimentar dicha tensión, los conflictos con los hijos o con otros familiares, problemas laborales o de salud, entre otros. El agresor se suele sentir cuestionado, amenazado, molesto o ignorado. Y, en estos momentos, es común que la víctima busque complacer y calmar al agresor con el fin de evitar la siguiente etapa.

2. Fase de estallido. Es en esta fase cuando se produce una agresión explícita. Existen muchos tipos de agresiones. Por ejemplo, la agresión puede ser verbal, a través de insultos, amenazas, coacciones; también física, mediante golpes, romper objetos o encerrar a la persona en contra de su voluntad y sexual, donde encontraríamos el obligar a mantener relaciones sexuales, o ciertas prácticas, sin el consentimiento de la víctima. Suele ser la fase más corta, sin embargo, la intensidad es enorme.

3. Fase de reconciliación. Esta fase se caracteriza por los intentos del agresor de disculparse, tratar de ignorar que se han producido las agresiones o justificarse en que la violencia previa ha sido consecuencia de un comportamiento determinado de la víctima. Se establece un supuesto cese de la violencia, puesto que se insiste en que va a ser la última vez que suceda. El agresor se puede comportar de forma afectuosa y, en ocasiones, están presentes ciertas amenazas de suicidio si se decide finalizar la relación. Cabe señalar que la víctima suele responsabilizarse a sí misma por lo sucedido.

4. Fase de calma o luna de miel. El agresor muestra ciertos esfuerzos por abandonar las conductas violentas, pide perdón y busca hacer la relación más tranquila de nuevo. No obstante, la aparición de momentos problemáticos hace que se vuelva a producir la fase de tensión y el ciclo se reinicie.

Es clave además conocer que, según va avanzando la relación, el ciclo se acelera; ¿Qué quiere decir esto? Que las fases de reconciliación y calma se van estrechando hasta prácticamente desaparecer. Mientras tanto, las fases de acumulación de tensión y de estallido se van alternando de una forma más rápida.

Es importante tener en cuenta que este concepto no puede explicar todas las relaciones de violencia de género. Sin embargo, nos puede ayudar a detectar si estamos en una relación de maltrato, por un lado. Y, por otro, también nos permite entender la dificultad que sufren algunas víctimas para pedir la ayuda que necesitan.

martes, 16 de mayo de 2023

La curva de la ansiedad

La curva de la ansiedad

Los problemas relacionados con la ansiedad actualmente representan una gran parte de los motivos de consulta dentro de la terapia psicológica. Esto se hace evidente no solo en el mayor conocimiento social que encontramos a nuestro alrededor sobre esta temática, sino también al descubrir el uso de psicofármacos como los ansiolíticos en nuestro país. Se estima que aproximadamente el 9,7% de la población española ha recurrido al uso de benzodiacepinas en el último mes. Datos como este evidencian la necesidad de abordar la problemática pero ¿en qué consiste la ansiedad?

Dentro de la psicología entendemos a ansiedad como un estado emocional desagradable que cursa con sensación de nerviosismo, activación fisiológica, tensión muscular, sensación de peligro o preocupación, y necesidad de evitar aquellos estímulos que generan esa ansiedad, entre otros.

Si bien conocemos que la ansiedad puede ser tanto un síntoma de algunos de los problemas de salud mental como un trastorno en sí mismo; los problemas relacionados con la ansiedad más habituales son: ataques de pánico, agorafobia, trastorno de ansiedad generalizada, ansiedad por separación, fobia social y fobias específicas.

Hoy, queremos abordar uno de los componentes principales de la ansiedad: la evitación. Esta consiste en tratar de no exponernos a aquellas situaciones que nos generan malestar, llegando al punto de evitar lugares, personas, experiencias etc., que sepamos que pueden llevarnos a sentir esa ansiedad. Y de la mano de estas evitaciones, se encuentran también los escapes, es decir, dentro de la situación ansiógena en el momento de mayor malestar, huir de ese estímulo que nos está desregulando. Pese a que las evitaciones y los escapes son estrategias que pueden ayudarnos a evitar cierto grado de sufrimiento, en ocasiones se convierten en aquello que mantiene el problema.

Un ejemplo de ello son las fobias a animales. Si sentimos pánico cada vez que vemos una araña, es probable que evitemos todos aquellos lugares donde creemos que podemos encontrarlas y que si encontramos alguna en el momento de mayor malestar huyamos corriendo de ese lugar, evitando mirarla, pensar en ella, permanecer en el espacio etc. Y pese a que esos escapes y evitaciones nos están protegiendo del malestar a corto plazo, lo que nos encontraremos en el futuro es un proceso de incubación.

La incubación se produce cuando, al subir la curva de ansiedad y estar en la parte más alta de la curva y por tanto de mayor malestar, huimos de la situación, escapamos. Con ello, la ansiedad se “incuba” y en el futuro esta curva será aún más pronunciada. Es por ello que en ocasiones escuchamos que es necesario que nos “enfrentemos a nuestros miedos”. Aunque puede parecer una frase hecha, detrás de ella se encuentran los procesos de aprendizaje de la ansiedad que se conocen desde la psicología. Es por esto que para evitar la incubación y permitir el proceso contrario, la habituación, necesitamos pasar por la curva de ansiedad hasta su descenso sin escapar del malestar.

No obstante, sabemos que los afrontamientos necesarios para hacer frente al miedo y la ansiedad son complejos y es necesario contar con herramientas de regulación emocional, por ello es necesario acudir a un profesional cuando sintamos que una situación nos puede estar superando.

jueves, 4 de mayo de 2023

Higiene del sueño

Pautas de higiene del sueño

Hoy en día la sociedad en la que vivimos favorece que mantengamos un estilo de vida apresurado en el que priorizamos las actividades laborales, académicas y de ocio mientras que el descanso queda relegado a un segundo plano. Sin embargo, dormir es una necesidad que debemos cubrir para cuidar de nuestra salud física y mental ya que previene la aparición de enfermedades físicas y trastornos mentales. Podríamos definir la higiene del sueño como una serie de hábitos y acciones que favorecen que las personas podamos tener un sueño reparador e ininterrumpido.

A continuación, presentamos algunas estrategias que nos permiten tener una buena higiene de sueño diaria:

1. Planificar un horario fijo de sueño: Esto va asegurar que podamos dormir el tiempo que necesitamos (de 7 a 8 horas). Para ello es importante que intentemos levantarnos y acostarnos siempre a la misma hora para tener un patrón de sueño consistente. Por otro lado, debemos intentar evitar dormir la siesta, y en caso de hacerlo, esta debe tener lugar al principio de la tarde y ser cortas (10- 20 minutos).

2. Mantener una rutina fija y relajante antes de irnos a la cama: Una rutina fija mejorará la capacidad que tenemos para quedarnos dormidos. Esta puede incluir aspectos como dedicar 30 minutos previos a la relajación (escuchando música, leyendo...), bajar progresivamente la intensidad lumínica para favorecer la producción de melatonina y desconectarnos de las pantallas 30-60 minutos antes de acostarnos para cesar la estimulación que recibimos.

3. Evitar "dar vueltas en la cama": Si en 20 minutos no nos hemos quedado dormidos es recomendable levantarse y hacer una actividad que favorezca la relajación de nuevo. También es importante limitar el uso de la cama a las actividades sexuales y al sueño, por lo que es aconsejable evitar tumbarnos en la cama hasta la hora de dormir para que nuestra mente asocie nuestra cama al sueño nocturno.

4. Hacer de nuestra habitación un lugar cómodo para nosotros: Es importante que nuestro dormitorio sea una un sitio que favorezca la relajación. Para ello es beneficioso que nuestro colchón y nuestra almohada sean cómodos, elegir sábanas y mantas que nos hagan sentir a gusto, controlar la temperatura (18°C aproximadamente), evitar que entre luz en la habitación utilizando persianas y cortinas y disminuir el ruido si es necesario usando tapones.

5. Seguir hábitos diarios saludables: Estos ayudan a regular nuestro ritmo circadiano limitando las interrupciones del sueño. Entre nuestros hábitos podrían estar exponernos a la luz del sol,

hacer deporte, no fumar, reducir el consumo de alcohol, no consumir bebidas con cafeína u otros estimulantes durante la tarde.

Estas estrategias apenas suponen costes y no presentan riesgos por lo que son una manera sencilla de cuidar nuestra salud mental y física. Desde el Servicio de Psicología Aplicada os animamos a poner en práctica estas estrategias y esperamos que os puedan ser de ayuda.

Ser cuidador

Ser cuidador

        Existen multitud de situaciones del día a día que pueden producir inestabilidad emocional. La capacidad para adaptarnos a ellas va a depender de los recursos adquiridos, las vivencias previas y de cómo interaccionamos con el ambiente, entre otros aspectos. Sin embargo, es muy difícil haber aprendido a relacionarnos con el hecho de tener que cuidar a alguien.

        Muchas personas se encuentran en esta situación. Gran parte de ellas son mujeres, y lo más habitual es que sean hijas o esposas, aunque, en menor medida, también nueras. El número de horas dedicadas al cuidado son muchas y esta labor no cae en balde, ya que suele acabar surgiendo cierta sintomatología, como ansiedad, sentimientos de soledad, cansancio o problemas para dormir. Además, su labor no suele ser reconocida y es difícil que encuentren momentos gratificantes propios.

        Algo común en estas situaciones es el abandono progresivo de uno mismo, ese proceso a través del cual la persona deja de cuidarse para cuidar al otro.

        Si sentimos que la situación nos resulta desbordante, es recomendable pedir apoyo psicológico. Es cierto que la realidad no podemos cambiarla y el problema va a estar ahí; sin embargo, es necesario entender, e ir aceptando, que van a sobrevenir momentos difíciles, como por ejemplo que no se cumplan las expectativas de mejora esperadas o la frustración e impotencia que surgen ante cambios inesperados, por ejemplo. Lo que sí podemos cambiar es la forma de relacionarnos con esa situación, en el sentido de establecer unas condiciones óptimas que permitan atender las necesidades del otro sin olvidarnos de las propias.

        Si ponemos el foco de atención en todo aquello que no podemos controlar directamente, como el comportamiento de otras personas o la incertidumbre respecto a la evolución de la enfermedad, la ansiedad, inseguridad o el miedo se van a experimentar con mucha intensidad. Por este motivo, si conseguimos centrarnos en aspectos que sí podemos controlar va a ser más probable que disminuyan esos niveles. Algunos aspectos a los que nos referimos son: la forma de comunicarnos, el aprender a trasladar las necesidades propias sin perder de vista al familiar, transitar las emociones desagradables o introducir hábitos de autocuidado.

        Desde el servicio nos gustaría trasladaros que el cuidar no es necesariamente acompañar al que sufre sufriendo, se puede aprender a atender las necesidades del otro sin descuidarse a uno mismo. Somos conscientes de que, en ocasiones, supone un reto convencernos de que somos mucho más que cuidadores. En definitiva, entender el cuidado como actividad y no como un estilo de vida.

Empatía

"La Capacidad Transformadora: Explorando el Poder de la Empatía"      La empatía, esa cualidad humana que nos permite ponernos en ...