En estos difíciles días que estamos viviendo como consecuencia de la
pandemia de coronavirus, manteniéndonos en nuestros hogares debido a la
cuarentena, hemos podido ser conscientes de cómo las personas nos necesitamos
entre nosotras. Esto ha desatado una ola de conductas de ayuda o solidarias:
aplausos multitudinarios dirigidos al personal sanitario, personas ofreciéndose
para facilitar tareas a población de riesgo o pancartas colgadas de los
balcones con mensajes de ánimo a los vecinos. Con conducta de ayuda nos
referimos a “aquel acto intencional que
beneficia a otro ser vivo o grupo”, como en los ejemplos mencionados.
Pero ¿de dónde provienen estas conductas? ¿Es algo que aprendemos, o que
nos viene dado por la naturaleza? ¿Por qué las personas ayudamos?
La posición biológica sostiene que las personas tenemos tendencias
innatas a ayudar a los otros, puesto que el altruismo ha tenido un valor
evolucionista para la supervivencia. Otra explicación se basa en la importancia
del aprendizaje en el comportamiento de ayuda: cuando somos pequeños, los
adultos nos educan sobre cuáles son los comportamientos apropiados, nos
recompensan cuando los realizamos, y nos muestran cómo ser solidarios a través
de su propia conducta.
Lo cierto es que hay un componente esencial en todo comportamiento
solidario: la empatía. La empatía es una respuesta emocional al sufrimiento de
los demás. Es la capacidad de sentir las experiencias de otra persona,
identificarse y experimentar las emociones, los pensamientos y las actitudes
del otro. La hipótesis de la empatía-altruismo propone
que, debido a la empatía, ayudamos a aquellos que lo necesitan simplemente
porque sienta bien hacerlo. Por otro lado, la hipótesis de la alegría empática basa la ayuda
en los sentimientos positivos de logro que surgen cuando quien ayuda sabe que
fue capaz de tener un impacto beneficioso sobre la persona necesitada. Ayudar y
sentir que hemos ayudado, nos hace sentir bien con nosotros mismos.
Por otro lado, la creencia del mundo como un lugar justo, donde las
buenas acciones son recompensadas y las malas castigadas, la responsabilidad
social, el locus de control interno, según el cual las personas atribuyen los
resultados de los eventos a sus propias acciones, y un bajo egocentrismo, son
otras variables que predisponen a llevar a cabo conductas de ayuda.
Ante circunstancias difíciles, este tipo de conductas puede marcar la
diferencia, tanto en nosotros mismos como en el efecto que pueden tener en los
demás. En palabras del filósofo Thomas Carlyle: “Cuando los hombres se ven reunidos para algún fin, descubren que pueden
alcanzar también otros fines cuya consecución depende de su mutua unión”.
Por ese motivo, el equipo de supervisión del Servicio de Psicología Aplicada de Guadalajara, se ha ofrecido voluntario para colaborar con el teléfono de atención psicosocial que ha puesto en marcha el Ayuntamiento de Guadalajara, con el fin de atender a las diversas necesidades presentadas por la ciudadanía. Este número, el 949 010 333, atenderá en horario de lunes a viernes, de 9:00 a 21:00h., a todas aquellas personas que lo requieran.