miércoles, 24 de junio de 2020

Mitos Amor romántico


MITOS DEL AMOR ROMÁNTICO

Lo que se nos trasmite sobre el amor y las relaciones
La familia, los medios de comunicación, la sociedad o la cultura son agentes que nos pueden influir de forma inconsciente en nuestra manera de entender el amor y las relaciones. Y es que desde nuestra infancia estamos expuestos a una serie de mitos sobre el amor. Estos mitos los entendemos como creencias compartidas que son transmitidas de generación en generación, sin cuestionarse su validez y fomentando expectativas irreales que terminan siendo fuente de frustración y malestar.
Antes de seguir con la lectura, te invitamos a que reflexiones sobre tus creencias respecto a este aspecto y, que posteriormente, reanudes el texto y leas los siguientes ejemplos de mitos del amor romántico.

Mito de la media naranja. Según esta creencia todas las personas tenemos predestinada a una pareja que nos complementa, siendo ésta nuestra única opción. Ligado a este mito aparecen las ideas de que únicamente tendremos “un amor verdadero” y que nuestra felicidad dependerá de encontrarlo.

Mito del enamoramiento. En él se equipara el enamoramiento al amor, por lo que si se termina la pasión se considera que se ha acabado el amor. Una idea más realista sobre este aspecto es considerar que las relaciones y sentimientos son mutables, evolucionan y maduran a lo largo del tiempo.

Mito de la omnipotencia del amor. Según este mito “el amor todo lo puede”, lo cual conlleva que su simple existencia puede ser suficiente para que se superen todos los obstáculos que aparezcan en la relación, que se perdonen o aguanten comportamientos dañinos, o que se continúe en una relación no satisfactoria con la esperanza de que el otro cambiará por amor.

Mito de los celos. En él se observa esta emoción como una prueba de amor y su ocurrencia es algo positivo en la relación o una forma de constatar que realmente se está enamorado/a. Sin embargo, los celos son un indicador de inseguridad y miedo a perder a aquello que se percibe como una posesión, en este caso a la pareja. Sentirlos no tiene por qué resultar nocivo para la relación, pero sí la gestión que hagamos de los mismos.

Éstos son sólo una pequeña recopilación, podemos encontrar más relacionados, por ejemplo, con el matrimonio, la fusión con el otro, la fidelidad, la exclusividad, los conflictos, la intimidad… Conocer y reflexionar sobre estos mitos románticos nos puede ayudar a observar la influencia de los mismos en nuestras relaciones, identificar creencias erróneas y crear vínculos más satisfactorios. En cambio, la interiorización de éstos, según distintas investigaciones, puede ser un factor de riesgo para aceptar comportamientos y actitudes que no son propios de una relación sana e incluso para la aparición de la violencia de género. 

miércoles, 17 de junio de 2020

Promover la Inteligencia Emocional

¿Cómo podemos promover la inteligencia emocional en nuestros hijos e hijas?


Se acerca el verano y, con ello, nuestras hijas e hijos pasarán más tiempo en casa, añadido al de los últimos meses que hemos estado confinados. Aunque se puede tratar de una situación demandante que llega a poner a prueba nuestros recursos como padres, podemos aprovechar la ocasión para pasar más tiempo con ellos y ellas, asegurándonos de que sus necesidades están satisfechas. Las mamás y papás nos encargamos de cubrir todas aquellas necesidades que los más pequeños puedan tener: les alimentamos, les vestimos, jugamos con ellos, nos preocupamos por su rendimiento académico y su salud, por que aprendan a montar en bici o a nadar, pero ¿le dedicamos la misma atención a su mundo emocional? A continuación, presentamos algunas claves que podemos tener en cuenta para promover la inteligencia emocional en los más pequeños (Guerrero y Barroso, 2019):

  • 1. Conocer las emociones y su función. En primer lugar, es importante que nosotros, como adultos, entendamos que las emociones son respuestas naturales que nos proporcionan información de nuestro entorno y de nosotros mismos, y que nos movilizan a la acción. Igualmente, que estemos familiarizados con el gran abanico de emociones que las personas podemos sentir, tanto aquellas agradables como las desagradables. Todas ellas son valiosas. Si tenemos la creencia de que alguna de ellas es mala o nos hace parecer débiles, le transmitiremos este valor a nuestros hijos o hijas, limitando su forma de relacionarse con estas emociones que son igualmente necesarias.
  • 2. Reconocer las emociones propias y ajenas. Nosotros somos los modelos de nuestros hijos e hijas, por ello es necesario que seamos capaces de identificar las emociones que estamos sintiendo, a través de nuestras sensaciones físicas, así como que tengamos la habilidad de reconocer lo que sienten los otros, guiándonos por su lenguaje no verbal. De este modo, promovemos esta habilidad también en ellos y ellas. Te invitamos a reflexionar unos minutos: ¿Cómo crees que te relacionas con tus propias emociones? ¿Sabes identificar los lugares de tu cuerpo donde las sientes? ¿Hay alguna emoción que prefieras ocultar cuando la estás sintiendo? ¿Qué modelo de gestión de las emociones crees que le estás transmitiendo a tus hijos o hijas?
  • 3. Legitimar lo que sentimos. Por otro lado, es necesario que validemos las emociones que nuestros hijas o hijos están sintiendo. Todas ellas son legítimas, por sí solas no son ni positivas ni negativas. Sin embargo, hay formas de expresar estas emociones más o menos adaptativas. A pesar de que podemos entender que nuestro hijo esté sintiendo ira, no por ello vamos a aceptar que rompa sus juguetes cada vez que se enfada.para gestionar lo que sentimos. Según vamos creciendo, pasamos a autorregularnos, generando nuestras propias estrategias de regulación emocional. Esta habilidad se desarrolla gradualmente, se trata de un proceso de aprendizaje donde las mamás y papás juegan un papel clave.
  • 5. Reflexionar sobre lo que sentimos. Las emociones son una fuente de información que nos ayuda a relacionarnos con nuestro medio. Promover que los niños y niñas se detengan a escucharlas y descifrar esta información hará que puedan ponerle la etiqueta correspondiente y actuar en consecuencia.
  • 6. Responder adaptativamente. Como decíamos, las emociones nos movilizan a la acción, siendo nuestra tarea responder de la manera más adaptativa posible a las circunstancias, así como enseñarle a los más pequeños cómo es más o menos apropiado responder cuando sienten una emoción determinada. Por ejemplo, cuando estamos alegres nos puede apetecer cantar, cosa que podremos hacer si estamos en casa o en el parque con amigos, pero que no será igual de apropiado si estamos en la sala de un cine.
  • 7. Establecer una narrativa. Otorgarle un contexto a la emoción, esto es, qué más elementos aparecen cuando nos sentimos de dicha forma: sensaciones corporales, pensamientos e interpretación de la situación y acciones que llevamos a cabo. Se trata de unificar las piezas de un mismo puzle, de forma que el niño entienda por qué se siente de ese modo y pueda otorgarle un significado más amplio a su emoción.

El poder relacionarnos saludablemente con nuestras emociones y las de los demás nos facilita la adaptación a nuestro entorno y el bienestar personal. Este es el objetivo que tendremos al educar emocionalmente a nuestros hijos, tratando que se conviertan el día de mañana en adultos con una buena inteligencia emocional

miércoles, 10 de junio de 2020

Incertidumbre


TOLERAR LA INCERTIDUMBRE

La realidad actual viene acompañada de muchas preguntas: ¿Y si me contagio? ¿Y si enferma alguno de mis familiares? ¿Y si pierdo mi trabajo? ¿Cómo voy a gestionar mi situación económica? ¿Cómo será mi vida en el próximo año? Al entrar y salir del confinamiento estamos enfrentándonos a situaciones nuevas que nos generan incertidumbre y, en este estado, puede que vivamos emociones intensas de miedo, ira, ansiedad… sobre las que nos sintamos desbordados.

Buscar la seguridad y la certeza nos ha ayudado a los seres humanos a sobrevivir como especie. Sin embargo, en nuestra cultura se promueve la idea de que debemos tener el control absoluto sobre todo lo que nos sucede y, ante los contratiempos, buscar una solución rápida y eficaz. La paradoja está en que, con frecuencia, surgen de manera inesperada situaciones complejas sobre las que no podemos anticipar una respuesta clara y unívoca y, ante esto, podemos frustrarnos, preocuparnos en exceso y/o paralizarnos. Por ello, vamos a hablar de la importancia de cultivar la tolerancia a la incertidumbre. A pesar de que no existen estrategias universales que nos sirvan a todos, podemos tener en cuenta algunos recursos internos para desarrollar esta habilidad.

No evitar situaciones de incertidumbre

Ante el miedo de no saber cómo va a transcurrir una situación, muchas veces la respuesta natural es huir de la misma; no obstante, es necesario que seamos conscientes de las consecuencias que puede acarrear si estamos evitando con frecuencia aquello que nos genera malestar. Por ejemplo, si estamos preocupados ante la posibilidad de contagiarnos, puede que optemos por no salir nunca de casa. En un primer momento nos podemos sentir aliviados, pero a largo plazo, al no habernos expuesto a salir a la calle, el día que no nos quede más remedio que hacerlo nuestra ansiedad será mayor. Lo mismo ocurre si nos aterra la posibilidad de suspender un examen: podemos procrastinar y hacer cualquier otra cosa menos estudiar, pero, según van pasando los días, sentiremos una sensación mayor de agobio por tener que enfrentarnos al temario con menos tiempo de preparación.

Ocuparnos en lugar de preocuparnos en exceso

Si bien la preocupación y la ansiedad pueden ayudarnos a adaptarnos mejor a una situación, preparándonos para actuar ante un posible peligro, en ocasiones, esta reacción natural puede convertirse en un bucle interminable de preocupaciones. Cuando pasamos por una situación incierta, podemos tener la tendencia a pensar en los peores escenarios posibles que podrían suceder (visión catastrófica), impidiendo que podamos ver otras alternativas que nos acerquen a una solución y consumiendo nuestra energía.  De manera inconsciente, podemos llegar a encontrar útil preocuparnos al pensar que así podemos evitar daños, decepciones o errores futuros. Pero, realmente, preocuparnos en exceso no nos lleva a buscar una solución y hace que nuestro malestar aumente. Por este motivo, es importante que aprendamos a identificar los momentos en que entramos en bucle, cómo nos hace sentir, y así hacer lo posible por frenar la escalada de pensamientos catastróficos. De esta forma, podremos centrarnos en el presente, analizar más objetivamente la situación que nos inquieta y focalizar nuestra atención en buscar otras maneras de manejarla.

Aceptar el malestar que me genera la situación

Ante una situación desconocida no sabemos exactamente cómo vamos a desenvolvernos o qué nos deparará, por lo que podemos percibirla como una amenaza y, en consecuencia, sentir miedo y otras emociones relacionadas. Un claro ejemplo es la crisis actual, que ha generado una serie de cambios que a todos, a nuestra manera, nos ha trastocado. En este contexto, es necesario que normalicemos y aceptemos que sentimos emociones desagradables: si nos permitimos sentir temor, estrés, rabia, dudas, desánimo… podemos conectar con nuestras necesidades y dar sentido a lo que estamos viviendo.

La evitación, el control y la preocupación excesivas son patrones de comportamiento que nos protegen del malestar que nos genera afrontar la incertidumbre. Sin embargo, a lo largo del tiempo, estas estrategias, cuando se usan de manera continuada, son una trampa que hace que nuestro malestar emocional aumente, al no exponernos a las situaciones inciertas y esforzarnos por dominar algo que se nos escapa a nuestro control. La incertidumbre es inherente al hecho de vivir, por lo que intentar convivir con ella nos puede ayudar a desarrollar una fuente de seguridad interna, a partir de la cual podemos conectar con nuestros recursos, ejercitar nuestra flexibilidad y crecer.  



miércoles, 3 de junio de 2020

Aislamiento y abuso de las TIC´s

Aislamiento social: un riesgo mayor para el consumo abusivo de las TIC

Sin duda el mayor impacto de las restricciones sociales, con acceso reducido a las fuentes de apoyo social y el estrés provocado por la pandemia, se ha dado sobre la infancia y la adolescencia. La necesidad de adaptación a la nueva situación de emergencia nacional provocada por el COVID-19 ha exigido adoptar medidas nuevas y un esfuerzo mayor para poder compaginar el cambio y preocupación por el trabajo de los cuidadores con la adopción de medidas efectivas de cuidado y apoyo familiar, y cuales a su vez incrementaron probablemente el estrés familiar. Los altos niveles de estrés familiar pueden conducir a la elección de estrategias de afrontamiento poco saludables como, por ejemplo, desarrollando mayor tolerancia ante el uso abusivo de las tecnologías en los menores. El aislamiento domiciliario se ha resentido aún más en los menores en edad de riesgo y en ambientes poco estimulantes.

La falta de contacto en los principales ámbitos de socialización (colegios, campamentos, ocio) ha dado lugar a un incremento de consumo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y con ello un incremento en las tasas de consumo abusivo de juego online, pornografía (estadística publicada en Pornhub) y violencia familiar. El abuso de las TIC tiene consecuencias psicológicas, como:
  • Preocupación constante por el consumo informático.
  • Faltas en las actividades cotidianas y perdida de interés.
  • Pérdida del control de la conducta.
  • Malestar, estados disfóricos, reducción del disfrute.
  • Aumento del tiempo transcurrido con los dispositivos electrónicos para conseguir un mayor grado de satisfacción.
  • Inquietud o irritabilidad cuando se interrumpe o se bloquea el uso.
  • Minimización del problema, etc.

Para paliar y/o prevenir el uso abusivo, el Ministerio de Consumo del Gobierno prohibió el 31 de marzo de 2020 los anuncios de juego online mediante el Real Decreto-ley 11/2020 de medidas urgentes complementarias en el ámbito social y económico, incluyendo medidas de prevención al respecto. Igualmente, se hace muy necesario tomar medidas de prevención del abuso mediante acciones familiares orientadas a potenciar las competencias familiares mediante:
  • Construcción de competencias: tareas y trabajos adaptados a las capacidades del menor, compartir ocio, nuevos aprendizajes, desarrollo de la creatividad, aumentar la estimulación ambiental.
  • Mecanismos de afrontamiento positivos: responder a las necesidades del menor, reforzar los logros y el empeño, enseñar en positivo (evitando reproches y castigos).
  • Comprendiendo al menor: entendiendo que cada cambio conductual requiere un tiempo de instalación de la nueva conducta deseada. Entendiendo también que los comportamientos abusivos incrementan la impulsividad y por ello: “La habilidad de hacer una pausa y no actuar por el primer impulso se ha vuelto aprendizaje crucial en la vida diaria” (Daniel Goleman).

Ante las limitaciones en los servicios de educación, apoyo social y espacios de ocio es importante potenciar las dinámicas positivas y competencias familiares como principales factores de protección frente a los riesgos infanto-juveniles durante el aislamiento social.

Las estrategias poco efectivas de afrontamiento pueden generar un entorno inseguro para los menores y un mayor riesgo de resultados negativos. Las dificultades de comportamientos abusivos, persistentes, recurrentes o desadaptativos son conductas que se atienden y trabajan mediante intervención psicológica aplicando estrategias de afrontamiento y pautas educativas adaptadas a las demandas clínicas.

Empatía

"La Capacidad Transformadora: Explorando el Poder de la Empatía"      La empatía, esa cualidad humana que nos permite ponernos en ...