TOLERAR LA
INCERTIDUMBRE
La realidad actual viene acompañada de muchas preguntas:
¿Y si me contagio? ¿Y si enferma alguno de mis familiares? ¿Y si pierdo mi
trabajo? ¿Cómo voy a gestionar mi situación económica? ¿Cómo será mi vida en el
próximo año? Al entrar y salir del confinamiento estamos enfrentándonos a
situaciones nuevas que nos generan incertidumbre y, en este estado, puede que
vivamos emociones intensas de miedo, ira, ansiedad… sobre las que nos sintamos
desbordados.
Buscar la seguridad y la certeza nos ha ayudado a los
seres humanos a sobrevivir como especie. Sin embargo, en nuestra cultura se
promueve la idea de que debemos tener el control absoluto sobre todo lo que nos
sucede y, ante los contratiempos, buscar una solución rápida y eficaz. La
paradoja está en que, con frecuencia, surgen de manera inesperada situaciones
complejas sobre las que no podemos anticipar una respuesta clara y unívoca y,
ante esto, podemos frustrarnos, preocuparnos en exceso y/o paralizarnos. Por ello, vamos a hablar de la importancia de cultivar la
tolerancia a la incertidumbre. A pesar de que no existen estrategias
universales que nos sirvan a todos, podemos tener en cuenta algunos recursos
internos para desarrollar esta habilidad.
No evitar situaciones de incertidumbre
Ante el miedo de no saber cómo va
a transcurrir una situación, muchas veces la respuesta natural es huir de la
misma; no obstante, es necesario que seamos conscientes de las consecuencias
que puede acarrear si estamos evitando con frecuencia aquello que nos genera
malestar. Por ejemplo, si estamos preocupados ante la posibilidad de
contagiarnos, puede que optemos por no salir nunca de casa. En un primer
momento nos podemos sentir aliviados, pero a largo plazo, al no habernos
expuesto a salir a la calle, el día que no nos quede más remedio que hacerlo
nuestra ansiedad será mayor. Lo mismo ocurre si nos aterra la posibilidad de
suspender un examen: podemos procrastinar y hacer cualquier otra cosa menos estudiar,
pero, según van pasando los días, sentiremos una sensación mayor de agobio por
tener que enfrentarnos al temario con menos tiempo de preparación.
Ocuparnos en lugar de preocuparnos en exceso
Si bien la preocupación y la ansiedad pueden ayudarnos a
adaptarnos mejor a una situación, preparándonos para actuar ante un posible
peligro, en ocasiones, esta reacción natural puede convertirse en un bucle
interminable de preocupaciones. Cuando pasamos por una situación incierta,
podemos tener la tendencia a pensar en los peores escenarios posibles que podrían
suceder (visión catastrófica), impidiendo que podamos ver otras alternativas
que nos acerquen a una solución y consumiendo nuestra energía. De manera inconsciente, podemos llegar a
encontrar útil preocuparnos al pensar que así podemos evitar daños, decepciones
o errores futuros. Pero, realmente, preocuparnos en exceso no nos lleva a
buscar una solución y hace que nuestro malestar aumente. Por este motivo, es
importante que aprendamos a identificar los momentos en que entramos en bucle,
cómo nos hace sentir, y así hacer lo posible por frenar la escalada de
pensamientos catastróficos. De esta forma, podremos centrarnos en el presente, analizar
más objetivamente la situación que nos inquieta y focalizar nuestra atención en
buscar otras maneras de manejarla.
Aceptar el malestar que me genera la situación
Ante una situación desconocida no sabemos exactamente
cómo vamos a desenvolvernos o qué nos deparará, por lo que podemos percibirla
como una amenaza y, en consecuencia, sentir miedo y otras emociones
relacionadas. Un claro ejemplo es la crisis actual, que ha generado una serie
de cambios que a todos, a nuestra manera, nos ha trastocado. En este contexto,
es necesario que normalicemos y aceptemos que sentimos emociones desagradables:
si nos permitimos sentir temor, estrés, rabia, dudas, desánimo… podemos
conectar con nuestras necesidades y dar sentido a lo que estamos viviendo.
La evitación, el control y la
preocupación excesivas son patrones de comportamiento que nos protegen del
malestar que nos genera afrontar la incertidumbre. Sin embargo, a lo largo del
tiempo, estas estrategias, cuando se usan de manera continuada, son una trampa
que hace que nuestro malestar emocional aumente, al no exponernos a las
situaciones inciertas y esforzarnos por dominar algo que se nos escapa a
nuestro control. La incertidumbre es inherente al hecho de vivir, por lo que intentar
convivir con ella nos puede ayudar a desarrollar una fuente de seguridad
interna, a partir de la cual podemos conectar con nuestros recursos, ejercitar
nuestra flexibilidad y crecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario