lunes, 24 de abril de 2023

Tipos de duelo

Tipos de duelo

Esta semana nos gustaría hablar con vosotros/as sobre el duelo y sus tipos. Durante los últimos años ha aumentado el interés por parte de los investigadores hacia todos los procesos psicológicos relacionados con la muerte y sus consecuencias. Podemos definir el duelo como una serie de pensamientos, comportamientos y emociones que aparecen cuando se produce una pérdida de alguien o algo significativo.

Generalmente se agrupan los procesos de duelo en dos tipos: duelo normal y duelo patológico. El primero es un proceso necesario para elaborar la pérdida en todas las personas mientras que el segundo produce un sufrimiento que se cronifica y que interfiere significativamente en la vida de la persona afectada. Existen diferentes factores que pueden explicar que un duelo normal se convierta en un duelo patológico como la falta de apoyo familiar y social, las caracterísiticas de la pérdida (imprevisibilidad de la pérdida o muerte confusa o incierta), la intensidad del vínculo con la persona fallecida o las características personales (falta de recursos de afrontamiento, duelos previos no resueltos o problemas de salud mental previos).

Se ha estimado que aproximadamente el 10% atravesará un duelo patológico o complicado con problemas importantes para su salud mental, física y psicológica. Además de distinguir entre duelo patológico podemos distinguir los siguientes tipos: 

-Duelo anticipado: Se produce antes del fallecimiento. Suele darse en familiares de personas que padecen una enfermedad terminal. 

-Duelo sin resolver: Se da cuando el proceso de duelo todavía no se ha elaborado a los 18-24 meses del fallecimiento. 

-Duelo ausente: Durante el mismo la persona se queda estancada en la fase de negación y no se muestra dispuesta a asumir el fallecimiento. 

-Duelo retardado o congelado: Se caracteriza por comenzar tras transcurrir un tiempo después del fallecimiento. 

-Duelo inhibido: Durante el mismo la persona suele evitar el dolor que supone la pérdida cortando la expresión emocional. Es muy frecuente que aparezcan quejas somáticas. 

-Duelo desautorizado: En este tipo las personas del entorno no validan las emociones de la persona por el fallecimiento. Se suele dar en duelos prolongados donde el entorno no comprende la duración del proceso. 

-Duelo distorsionado: Se manifiesta como una reacción bastante desproporcionada a la situación. Suele aparecer cuando la persona ha experimentado un duelo anterior de una persona muy cercana y se encuentra ante otra nueva situación de duelo de una persona menos cercana.

Independientemente del tipo de duelo, si queremos mostrarnos como un apoyo, es importante huir de ciertas frases hechas que dificultan la comunicación como las siguientes: “Así ya no sufre…”, “Habrá sido un alivio…”, “Por lo menos tenéis más hijos…”, “¿Cuántos años tenía?”. En su lugar podemos mostrarnos disponibles emocionalmente utilizando expresiones como las siguientes expresiones: “Estoy aquí para lo que necesites”, “Cuenta conmigo”, “Todos estamos contigo, te queremos”, “Si quieres, me quedo a tu lado”.

domingo, 16 de abril de 2023

Derechos sexuales

DERECHOS SEXUALES

En todo el mundo, a millones de personas se les impide ejercer los derechos sexuales por ello, hoy desde el servicio de Psicología Aplicada os queremos hacer la siguiente pregunta ¿conoces tus derechos sexuales?

Los derechos sexuales son derechos universales a nivel sexual basados en la libertad, la dignidad y la igualdad, y que resultan inherentes a todas las personas. A continuación, expondremos estos derechos con los que queremos fomentar la conciencia sobre su existencia. Destacamos los siguientes 11 derechos:

1. Derecho a la autonomía integridad y seguridad sexual del cuerpo, es decir, la capacidad de decidir sobre la propia vida sexual, de tener control sobre el propio cuerpo, disfrutarlo, libre de violencia de cualquier tipo.

2. Derecho a la educación sexual integral. Se trata de un derecho cuyo proceso se inicia en el nacimiento y dura toda la vida, y ante el cual deben estar involucradas todas las instituciones sociales.

3. Derecho a la atención de la salud sexual con el objetivo de prevenir y tratar todos los problemas las preocupaciones y trastornos a nivel sexual.

4. Derecho a información sexual basada en conocimiento científico y difundida en todos los niveles sociales.

5. Derecho a la expresión sexual emocional, es decir, expresar sexualidad a través de la comunicación, el contacto y la expresión emocional.

6. Derecho al placer sexual como fuente de bienestar físico y psicológico.

7. Derecho a la privacidad respecto a las decisiones y las conductas individuales sexuales en la intimidad, siempre y cuando no interfieran en los derechos sexuales de otros.

8. Derecho a la libertad sexual sin ningún tipo de coerción, explotación o abuso sexual, en cualquier momento y situación de la vida.

9. Derecho a la equidad sexual, es decir, a la no discriminación por sexo género orientación sexual, edad, raza, clase social, religión o limitación física o emocional.

10. Derecho a la toma de decisiones reproductivas libres y responsables, es decir, derecho a decidir si tener hijos o no, cuántos y cuándo, así como el acceso pleno a los métodos de regulación de la fecundidad.

11. Derecho a la libre asociación sexual, que permite contraer matrimonio, divorciarse o establecer otros tipos de asociaciones sexuales.

La sexualidad es parte fundamental en la vida de las personas en sus diferentes aspectos: biológicos, psicológicos y culturales. Mujeres y hombres decidimos como ejercemos nuestro cuerpo, nuestro erotismo y nuestro afecto a partir de las diferentes construcciones que escuchamos y vivimos a lo largo de nuestra vida ya sea de manera formal o informal.

Por todo ello, los derechos sexuales son una respuesta a las distintas necesidades humanas en torno a la sexualidad, son el pilar de los diversos valores que nos enseñan en la infancia, adolescencia, juventud o en la vida adulta, siendo fundamental ser consciente de ellos y cuando estos derechos están siendo vulnerados

miércoles, 5 de abril de 2023

Autoconcepto y Autoestima

AUTOCONCEPTO Y AUTOESTIMA

El autoconcepto y la autoestima son términos con los que nos referimos a la forma en que construimos una idea de nosotros mismos y el modo en que nos valoramos. Ambos tienen una estrecha relación entre sí, pero es importante distinguir el uno del otro:

Llamamos autoconcepto al conjunto de descripciones, ideas o percepciones acerca de cómo somos, nuestras capacidades, atributos, etc. Por lo tanto, el autoconcepto constituiría el componente cognitivo, más racional, objetivo y lógico, sin juicios de valor.

La autoestima por otro lado, se refiere a la valoración afectiva que realizamos sobre nuestro autoconcepto, es decir, la medida en que valoramos positiva o negativamente cómo creemos que somos, si nos agradamos o no. Constituye el componente emocional, es más irracional y subjetivo, y supone la forma en la que nos juzgamos.

Confundir estos conceptos puede conllevar algunos riesgos. Por ejemplo, creer que describirse a uno mismo de cierta forma (con sobrepeso, baja estatura, moreno…) implica que irremediablemente esa descripción de la identidad personal es percibida como algo negativo o positivo, sólo porque culturalmente hay cualidades mejor valoradas que otras.

La forma en que nos sentimos con nosotros mismos afecta a múltiples aspectos de nuestra vida: familiar, sentimental, laboral, académica, etc. Por lo que cuanto más saludable sea la forma de percibirnos y valorarnos a nosotros mismos, mejor podremos enfrentarnos al mundo.

La autoestima y el autoconcepto no son aspectos heredables ni innatos, sino que desde la infancia se aprenden y modifican a lo largo de las experiencias con nuestro entorno más cercano. La exposición constante a situaciones donde se reciben comentarios desagradables o castigos en relación a nuestro comportamiento o actitud puede influir en el autoconcepto y la autoestima. Algunas de las consecuencias de vivir este tipo de experiencias son la inseguridad sobre uno mismo, la necesidad de aprobación por parte de los demás, ocultar necesidades o sentimientos, no negarse ante peticiones indeseadas por miedo al rechazo, experimentar pensamientos como “no valgo”, “no soy suficiente”…

Por el contrario, un autoconcepto y autoestima saludable conllevan una percepción más positiva de la vida, mayor sensación de autoeficacia, mejor capacidad de afrontamiento y superación de las dificultades personales, mayor autonomía personal y capacidad de establecer relaciones sociales más igualitarias y satisfactorias, entre otros.

¿Cómo podemos fortalecer estos aspectos? A continuación, os dejamos algunas recomendaciones:

1. Conocer los derechos que tenemos como personas y que en ocasiones puede costar aceptar. Algunos de ellos son:

· Ser tratado con respeto.

· Tener y expresar los propios sentimientos y opiniones.

· Cometer errores y aprender de ellos.

· Hacer peticiones o negarse a estas sin sentir culpa.

· Ser escuchado y tomado en serio.

· Tener control sobre el propio cuerpo.

· Poder disfrutar y sentir placer.

· Descansar y estar sólo/a cuando se necesite.

2. Aprender a valorarse: observar las cualidades positivas que hay en cada uno, tener en cuenta aquellas cosas que los demás aprecian de uno mismo, pararse y observar aquellas acciones de las que sentirse orgulloso en el día a día y de las que muchas veces no se es consciente o se pasan por alto, es decir, reevaluar tus capacidades y potencialidades.

3. Aceptarse tal y cómo se es, con virtudes y defectos. Implica no castigarse con autocrítica desproporcionada cuando se comete un error. Los errores forman parte de la vida, nos permiten aprender y avanzar.

4. Recompensarse: repasar las actividades que son gratificantes para uno mismo y planificar a lo largo del día algunas de ellas, tratarse con cariño y respeto, permitirse disfrutar, regarse tiempo a uno mismo… en definitiva, cuidarse es una de las mejores formas para fortalecer la autoestima.

Como hemos visto, nuestro autoconcepto y autoestima van a influir en nuestro bienestar y en cómo nos enfrentamos nuestro día a día. Sin embargo, es frecuente experimentar algunas dificultades en ciertos momentos por lo que te animamos a probar algunas de estas recomendaciones para empezar a mirarte con unos ojos más amables y realistas.

Triángulo de Karpman

Triángulo dramático de Stephen Karpman

El triángulo dramático es un modelo elaborado por Karpman que dentro de la psicología se utiliza para analizar los conflictos interpersonales. Según este psicólogo cuando tenemos un problema con otros puede que estemos actuando de forma no consciente desde unos roles conflictivos: el perseguidor, la víctima y el salvador. Estos roles pueden convertirse en esquemas mentales que la persona asume y que perpetúan que se actúe desde ciertas características en las que se enmarca cada uno de los personajes dramáticos.

El problema de estos roles es que se refuerzan entre sí y generan dinámicas de dependencia, su alta carga dramática resulta desgastante, y se juegan de forma repetitiva implicando componentes vernales y no verbales característicos. Es por ello que conocerlos y comprender cómo funcionan puede ayudarnos a mejorar las relaciones interpersonales y a comunicarnos de una manera más funcional y sana.

Cada persona puede tener tendencia a adoptar uno o varios de los roles, también en dependencia con los otros y el contexto, por lo que no se trata de algo fijo que podamos predecir sin analizarlo previamente. No obstante, sabemos que para tener una relación interpersonal saludable es necesario tener en cuenta las necesidades propias y de los demás, así como la autonomía, y estos factores quedan debilitados cuando nos posicionamos en cualquiera de los vértices del triángulo.

· El perseguidor: se presenta como una persona autoritaria, con una presencia mayoritaria de la emoción de la ira, emitiendo juicios sobre los demás y sus conductas y generando malestar emocional, daño y miedo a los otros. Habitualmente no es capaz de reconocerse en esa imagen de alguien hiriente. Su mensaje sería, por ejemplo, “Tú tienes la culpa: te vas a enterar”.

· El salvador: su función es sobreproteger a los demás, provocando como consecuencia que los demás no desarrollen autonomía, ni crezcan personalmente y, asimismo, proyectar una imagen de bondad y altruismo. La ayuda que quieren aportar no ha sido demandada por los otros, por lo que puede ser inoportuna, desmedida y contraproducente. Destaca su incapacidad para sobreponer sus propias necesidades sobre las de las demás, presentando problemas para decir que no y dejar de lado los sacrificios personales. Sin embargo, su ayuda no es desinteresada pues tiende a acabar persiguiendo a la persona salvada. Su mensaje sería, por ejemplo, “Tú solo no puedes, yo te ayudo” o “Si estoy aquí no tienes que preocuparte de nada, yo lo haré por ti”.

· La víctima: afectada por el salvador o el perseguidor, tiende a devaluarse y a sentir miedo. Tiene un bajo autoconcepto y una baja autoestima. Su autoimagen es de una persona sufridora, afectada por los demás o por el contexto, sin embargo, destaca el inmovilismo que presenta, desestimando intentar resolver su situación. Como consecuencia de sus dinámicas genera culpa en el perseguidor y miedo en el salvador. Su mensaje sería, por ejemplo, “Pobre de mí” o “No lo conseguiré”.

Como podemos observar, no es suficiente con comprender este modelo e identificar desde qué rol nos relacionamos en el conflicto. Necesitamos cambiar nuestra vivencia y forma de comunicarnos. Este objetivo puede alcanzarse mediante diversos procesos terapéuticos, por ejemplo, con el entrenamiento en asertividad. Además, si hemos analizado en profundidad los roles, habremos detectado que cada uno de ellos también cuenta con fortalezas. El salvador es una persona empática y resolutiva, el perseguidor tiene una gran capacidad de acción y una buena habilidad para defender sus derechos, y la victima cuenta con humildad y una gran capacidad de asimilación, por ejemplo. Podemos potenciar los recursos con los que cuenta cada uno de los roles, adaptándolos de forma más funcional. Además, los defectos pueden ser conceptualizados como estrategias defensivas que podrían analizarse, comprenderse y transformarse de la misma forma.

En esta línea, destaca el modelo del triángulo del ganador de Choy, quien señala que cambiando algunas actitudes en cada rol puede alcanzarse el objetivo. Así, el perseguidor debería adoptar el rol asertivo, el salvador un rol empático, donde no menosprecia la capacidad de los otros y donde no se responsabiliza en exceso; y la victima el rol vulnerable, donde convive la autocompasión y la responsabilidad para la resolución de problemas.

Te animamos a descubrir si tú o alguien de tu entorno vive los conflictos desde alguno de los vértices del triángulo dramático y, por supuesto, a movilizarte hacia estrategias de comunicación mas sanas y efectivas.

Empatía

"La Capacidad Transformadora: Explorando el Poder de la Empatía"      La empatía, esa cualidad humana que nos permite ponernos en ...