miércoles, 25 de noviembre de 2020

Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

25 de noviembre: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Según la OMS, “Para las mujeres… la violencia es una de las principales causas de lesiones y discapacidad y un factor de riesgo de sufrir otros problemas de salud física, mental, sexual y reproductiva. La violencia tiene consecuencias a largo plazo para estas mujeres y sus hijos (OMS, 2020)”.

¿Qué entendemos por violencia?
Se conoce por violencia la coacción física o psíquica ejercida sobre una persona para viciar la voluntad de otra y obligarla a ejecutar un acto determinado.
Las mujeres en situaciones de violencia de género no siempre sufren violencia física. Además de insultos, golpes o amenazas, se pueden dar humillaciones, control, desvaloraciones, aislamiento social, descalificaciones, prohibiciones sociales, control económico, acoso, etc. El maltratador a menudo toma decisiones en el lugar de la víctima, la ignora o la desautoriza ante los hijos o amistades. En muchos de los casos también se impone el acto sexual.

Por violencia también entendemos dominio y control mediante:

o Amenazas: con hacer daño o quitar a los hijos o hijas, al igual que pueden aparecer otros tipos de amenazas, como: suicidarse, romper la relación o interponer denuncias falsas.

o Intimidación: con miradas, acciones o gestos agresivos. El maltratador puede llegar a romper objetos o cosas que son importantes para la víctima, maltratando a los animales, utilizando armas o causando destrozos.

o Abuso emocional: de varios tipos: chantajes, burlas, ofensas, humillaciones. El maltratador puede infundir un sentimiento de inferioridad, culpabilidad o malicia o puede llegar a vigilar a la víctima, hacerla creer que está loca o ignorarla.

o Aislamiento: del entorno social o familiar. El maltratador suele controlar lo que hace la víctima, con quien se relaciona, con quien se visita y los lugares que frecuenta. También se puede mostrar celoso para impedir a la víctima salir.

o Desvalorizar, negar, culpar: a la victima por “provocar” la situación y la suele utilizar como objeto sexual. El maltratador no suele tomar en serio los reclamos sobre el maltrato y suele negar los abusos. 

o Manipulación de los/as hijos/as: culpabilizando a la víctima de la conducta de los hijos e hijas y utilizando a estos como moneda de cambio. 

o Abuso económico: impidiendo que la víctima trabaje o que gane dinero, quitándole los recursos cuando los tiene o impidiéndole el acceso a los ingresos familiares. 

o Privilegio masculino: tratando a la víctima como a una sirvienta, impidiendo que tome decisiones importantes, asumiendo rol de género desigual y no responsabilizándose de tareas domésticas o crianza de los hijos e hijas. 

La violencia contra la mujer adopta muchas formas:
Violencia dentro de la relación de pareja que puede abarcar: violencia física, sexual y  psicológica
Violencia sexual fuera de la relación de pareja
Mutilación genital femenina 
• Matrimonios forzosos y precoces
• Feminicidio
• Trata de personas

Es importante incidir en que las mujeres en las relaciones personales tiene derecho a:

 Exigir que se le tenga en cuenta el punto de vista y se le respete sus decisiones
 Ser escuchadas, apoyadas y comprendidas
 Expresarse sin temor a las represalias
 A que se les valore las opiniones, el trabajo, el espacio y el tiempo
 Compartir sus decisiones y responsabilidades cotidianas
 Distribuir las tareas domésticas
 Tomar decisiones familiares de forma conjunta
 Respeto a los sentimientos, actividades, amistades y creencias 

Por último, queremos recordar los recursos sociales existentes:

La Ley de 2018 para una Sociedad Libre de Violencia de Género en Castilla la Mancha explicita que la protección, la atención integral y la reparación del daño serán de aplicación a todas las mujeres víctimas de violencia de género en cualquiera de sus formas de violencia, ya sea: física, psicológica, económica, sexual, ambienta, simbólica o institucional. 

La Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de género dispone que cualquier mujer, con independencia de su origen, religión o cualquier condición personal o social tienen derecho a:

 Recibir plena información y asesoramiento adecuado a su situación
 Recibir asistencia social integral a través de los servicios sociales, servicios de atención y emergencia, servicios de apoyo y acogida, así como servicios para conseguir la recuperación integral.
 Que los hijos e hijas que están bajo su guardia y custodia reciban también asistencia social integral
 Recibir asistencia jurídica gratuita en todos los procesos y procedimientos legales
 Reducir o reordenar el tiempo laboral
 Recibir ayuda económica
 Tener preferencia en el acceso a la vivienda protegida. 

En todas las comunidades autónomas existen centros de atención a la mujer víctima de violencia de género, disponiendo de apoyo psicológico, asesoramiento jurídico y económico, así como, para los casos que así lo necesiten, acceso a las viviendas protegidas.
En Castilla-La Mancha el teléfono de atención permanente ante las agresiones sexuales o violencia de género es: 900100114

jueves, 19 de noviembre de 2020

Abuso sexual infantil

El abuso sexual en la infancia y sus consecuencias

El maltrato o abuso en la infancia puede tomar diferentes formas, maltrato físico, psicológico, negligencia o violencia de género. Hoy queremos ahondar en el abuso sexual en la infancia. 

Al hablar de abuso sexual infantil solemos pensar en los sucesos que habitualmente vemos en la televisión y, quizá, caigamos en el error de pensar que no es algo tan común. Sin embargo, según la OMS, 1 de cada 5 niños será victima de abuso sexual, ante esto podríamos argumentar que esta cifra se debe a la situación de los menores en determinados países, en los que la prostitución infantil es habitual o en los que el matrimonio infantil es algo del día a día. Nada más lejos de la realidad, aunque sí es cierto que la situación de la infancia en estos países no es, ni mucho menos, la ideal; en el nuestro, la situación también dista mucho de serlo. En el año 2018, en España, un total de 1.209 niños sufrieron abuso sexual, a este dato debemos añadir una estimación de los casos que, o no se han detectado, o no han sido denunciados. Estas cifras nos dan una idea de la magnitud real de la situación. 

Todos entendemos qué es el abuso sexual infantil, consiste en el uso de un menor como objeto sexual, pero a veces se nos olvida que no es necesario que exista un contacto físico con el menor. Acciones como enseñar pornografía a un menor, constituye un abuso sexual, puesto que el adulto intenta estimularse o satisfacerse, desde una relación asimétrica o de poder, esta es la clave.  

Cualquier forma de maltrato o abuso tiene efectos desoladores en el desarrollo de un menor. En el caso del abuso sexual, el alcance del daño dependerá de diversos factores entre los que encontramos la duración del abuso, la gravedad del suceso, el grado de riesgo que se haya sufrido, quién sea el adulto, y cuál sea la respuesta del entorno, esto es especialmente relevante en el momento en que el menor comunica lo que sucede. Lo recomendable en este momento es hablar con él o ella, mostrarle el apoyo que necesita y tratar como verídico aquello que nos cuenta, además de alejarle del adulto señalado, poniéndole a salvo.  

Las consecuencias del abuso sexual en la infancia tienen unas características distintivas, que se pueden mantener hasta la edad adulta.
Debemos entender que un acontecimiento de este tipo supone un evento traumático. Con el trauma, se rompe el procesamiento normal de la información, por lo que es muy habitual que las víctimas no tengan recuerdos del suceso. Esto hace que cobren importancia los síntomas físicos, especialmente en el caso de los niños, pues en ausencia de lenguaje todo se expresa a través del cuerpo. Son habituales los síntomas somáticos y el comportamiento autodestructivo hacia el cuerpo, incluyendo autolesiones ideación o conducta suicida, despreocupación por heridas o caídas, y en edades más avanzadas consumo de sustancias. 
También es habitual la aparición de sintomatología compatible con el Trastorno de Estrés Postraumático, incluyendo flashback y evitación de lugares, personas o entornos relacionados con el abuso.

En el ámbito emocional, predominan los sentimientos de rabia, culpa y vergüenza. En aquellos casos en los que el abuso sexual es perpetrado por alguien cercano o de la familia, y en el que el suceso no es agresivo ni violento, puede ocurrir que el menor realice conductas de búsqueda o seducción del agresor. Este comportamiento responde a las amenazas del agresor y al consiguiente miedo del menor. En respuestas a este miedo, intenta “contentar”. Este tipo de comportamiento es utilizado por las víctimas como una forma de garantizar su supervivencia, acomodarse a la situación y fomentar conductas “agradables” en el agresor. Sin embargo, generan una intensa vergüenza y culpa en la victima, que se pregunta porqué actuó de ese modo.

Por otro lado, la sexualidad se convierte en una forma de comunicación, haciendo de la seducción un modo de aproximación indiscriminada al otro (con el peligro que supone) y haciendo que este tipo de relaciones se generalicen, convirtiendo a las víctimas en agresores. Por lo que es posible encontrar que menores víctimas, ejercen estos mismos abusos con otros menores. 

A largo plazo, se puede apreciar un contraste entre la rápida maduración en ámbito sexual, frente a las dificultades en el ámbito emocional, relacional y afectivo. Pero, sobre todo, un intenso sufrimiento que se puede mantener durante mucho tiempo.

Posibles señales en el menor.

Indicadores físicos
Algunos indicadores físicos pueden ser la ropa interior manchada o rasgada, dificultad para sentarse o caminar, dolor o picor en la zona genital, hematomas en la cara interna de los muslos o, lesiones, inflamación o desgarros en los genitales. Si observas alguno de estos indicadores, especialmente si implican un daño físico, es importante acudir a un médico.

Indicadores emocionales
Entre los indicadores emocionales comunes podemos encontrar el miedo a estar solo, a una persona concreta (agresor) o al genero del agresor, tristeza, rabia hacia sí mismo y los demás, vergüenza, soledad, desesperanza y culpa. Es importante recordar que estos indicadores tienen porque ser exclusivos del abuso sexual, antes señales como estas lo recomendable es acudir a un profesional.

Indicadores conductuales
Cambios bruscos de conducta, conductas autodestructivas, conductas regresivas (como volver a hacerse pis en la cama o chuparse el dedo), llanto frecuente e inmotivado, tendencia al secretismo, resistencia a desnudarse o a bañarse, aislamiento y problemas escolares o rechazo a la escuela. De nuevo, debemos recordar que estos indicadores no son exclusivos de una situación de abuso, por lo que lo más adecuado sería acudir a un profesional que pueda evaluar la situación.

Ante el abuso sexual en la infancia, queremos resaltar la importancia de la protección de los menores, celebrar la promulgación de la “Ley Rhodes” de protección a la infancia, y, sobre todo, destacar que un vínculo sólido y basado en el afecto con los cuidadores facilita que el menor pueda comunicar situaciones difíciles, y también, recuperarse de sus consecuencias. 

Si te encuentras en una situación de maltrato (de cualquier tipo) o crees que algún menor de tu entorno puede estarlo, puedes llamar a:

- Fundación ANAR, teléfono de ayuda al menor y adolescente en riesgo: 900 20 20 10
- Fundación ANAR, chat ANAR: https://www.anar.org/chat-anar/
- Fundación ANAR teléfono del adulto y la familia: 600 50 51 52
- Teléfono de contacto de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
- Más recursos: https://www.savethechildren.es/recursos-y-telefonos-para-victimas-de-abuso-sexual-infantil



martes, 10 de noviembre de 2020

Miedos y fobias

MIEDOS Y FOBIAS

¿Qué diferencia un miedo de una fobia? ¿Por qué es más probable que tengamos fobia a los ratones o a las serpientes? ¿Qué es la tripofobia? 

Seguro que todos conocemos a alguien que no puede ver ni en pintura una serpiente o un ratón. Y es en cierto modo razonable filogenéticamente, tal como veremos pero, ¿por qué tememos animales u objetos que nos encontramos con tan poca frecuencia o con los que a penas hemos tenido contacto directo? Existe una explicación. 

En primer lugar, diferenciemos miedo y fobia. El miedo es una de las 6 emociones básicas, que puede definirse como “una alarma de respuesta intensa y de efecto negativo ante un peligro, siendo de naturaleza biológica y automática” (Barlow). Otra definición habla del miedo como “un activador de escape - huida ante un estímulo amenazante” (Epstein). Por tanto, en general, el miedo es una emoción adaptativa que nos ayuda a reaccionar ante a amenazas o peligros. 

Por el contrario, las fobias presentan una serie de características propias: 

- Miedo desproporcionado. Muy superior al que podría esperarse. 
- Evitación. Es fundamental. De hecho, si no existe evitación no solemos hablar de fobia.
- Irracionalidad. No existe una explicación lógica, incluso la persona que padece una fobia es consciente de ello. Si le preguntamos a alguien con fobia a los ratones el porqué seguramente nos responda “porque no me gustan” o “porque me dan asco”. 
- Descontrol. La reacción que tenemos escapa de nuestro control voluntario. 
- Malestar o sufrimiento

Lo cierto es que, a lo largo de nuestra vida, entre el 7 y 12% de la población presentará alguna fobia específica. Esto es, fobia a algún estímulo concreto. Y si hablamos de fobia social, la prevalencia está entre el 3 y 13% (Belloch, Sandín y Ramos, 2009). 

Si hablamos de fobia específica, no podemos olvidar que puede tratarse de más estímulos aparte de animales, como la fobia a volar, a las alturas, a la sangre o a las heridas y un largo etcétera. Estas fobias nos resultan familiares, pero ¿hemos oído hablar de alguien con fobia a los bolígrafos, a las sillas o a las cucharas? Seguramente no. 

La Teoría de la preparación de Seligman responde a estas cuestiones. Esta teoría surgió como reacción a la idea de que todos los estímulos pueden ser potencialmente fóbicos en la misma proporción. Seligman defiende que el organismo está preparado biológicamente para condicionar ciertos estímulos con mayor facilidad que otros. Este fenómeno se habría producido por un proceso evolutivo, como resultado de la necesidad de las especies de adaptarse al medio. 

Según esta teoría sería innata la preparación del organismo para asociar unos estímulos y no otros, pero las fobias serían un proceso de aprendizaje. Es decir, las personas tendríamos predisposición a desarrollar una fobia a animales o estímulos potencialmente peligrosos o que así lo fueron en el pasado de nuestra especie. La fobia a las alturas es un buen ejemplo. Aunque estemos en el rascacielos más seguro del mundo, nuestro cerebro puede interpretarlo como señal de peligro, pues una caída desde esa altura resultaría fatal. Nuestros antepasados ya se encontraron en esta situación, y seguramente los que evitaron caminar cerca de precipicios y acantilados fueron los que sobrevivieron. Evolutivamente, estímulos como ese se asociaron como una señal de peligro para poder sobrevivir y hoy es más fácil que generen fobias y ansiedad. 

Como decíamos, habitualmente también se produce un proceso de aprendizaje. Por ejemplo, un ratón que salió por sorpresa de debajo de una estantería cuando éramos pequeños y nos asustó. Este evento, unido a una evitación durante años a los ratones y todo lo que se le parezca, pueden llegar a provocar una fobia. Siendo facilitada por la posible preparación a sentir miedo a animales pequeños y peludos. Obviamente, no en todas las personas ocurre esta asociación con la misma facilidad, pero, como especie, sí tenemos esa predisposición. 

¿Y qué hay de la tripofobia? 

La tripofobia (también llamada fobia al patrón repetitivo o miedo a los agujeros) es el miedo o repulsión generado al mirar o al estar cerca de figuras geométricas muy juntas, especialmente orificios pequeños. La teoría de la preparación de Seligman explicaría esta fobia como algo que fue adaptativo para nuestra especie, ya que encontramos estos patrones en panales de abejas, hormigueros u hongos. Aunque ver este patrón en un edificio o en una imagen no suponga un peligro real, puede producirse una generalización a estos otros estímulos. Del mismo modo que el ratón de antes no supone un peligro real, puede haber otros animales parecidos que sí. Nuestro cerebro lo sabe y a veces nos puede jugar alguna mala pasada.  

No queremos acabar sin recordar que las fobias pueden tratarse y que existen técnicas que la ciencia ha demostrado efectivas para el manejo de las mismas, por lo que si tenemos una fobia que interfiere en nuestras vidas, es bueno que nos pongamos en manos de profesionales que nos ayuden a enfrentarlas y superarlas con el tratamiento adecuado.

martes, 3 de noviembre de 2020

Autocuidado

¿CÓMO NOS CUIDAMOS?

Probablemente, si nos preguntamos a nosotros mismos cómo nos cuidamos, responderemos en base a elementos físicos, como por ejemplo la alimentación, el sueño, el ejercicio o el cuidado de nuestra imagen. Sin embargo, el autocuidado, además de estos elementos, engloba mucho más, ya que por autocuidado entendemos todas aquellas prácticas cotidianas que realizamos las personas con el fin de mantener nuestra vida y nuestro estado de salud, desarrollo y bienestar. En el presente artículo vamos a ver algunos aspectos de lo que esto implica.

Por un lado, se refiere a cómo nos relacionamos con nosotros mismos. En primer lugar, el que seamos conscientes de cuáles son nuestras necesidades y nos permitamos satisfacerlas. Por ejemplo, dejando tiempo a nuestro descanso, a hacer actividades que nos gustan, etc. Aunque pueda sonar básico, a veces no nos damos permiso para parar de nuestros quehaceres y dedicarnos tiempo únicamente a nosotros, sin otro objetivo que disfrutar o conectar con nuestro interior. Aquí englobaríamos también el cómo nos relacionamos con nuestras emociones, si nos permitimos sentirlas o hay alguna que tratemos de evitar. Normalmente, esto último ocurre con las emociones desagradables (ej. tristeza, miedo), pero no olvidemos que todas ellas tienen un valor adaptativo y son necesarias. Así mismo, el lenguaje interno que utilizamos, esto es, el discurso interior con el que nos hablamos, tiene un gran impacto en nuestro autoconcepto y nuestra autoestima. A veces nos recriminamos lo que hacemos, lo que sentimos o cómo somos. Lo favorable es utilizar un lenguaje interno basado en la compasión y la aceptación de uno mismo.

Por otro lado, el autocuidado implica cómo nos relacionamos con los demás. A la hora de comunicarnos, es importante que utilicemos un estilo asertivo, es decir, que defendamos nuestros derechos, al mismo tiempo que respetamos los de la otra persona. Esta forma de comunicación hace que sea más probable que la otra persona reciba el mensaje que queremos transmitir y podamos conseguir nuestro objetivo sin la aparición de emociones desagradables. Una forma de comunicarnos asertivamente es utilizando los “mensajes yo”, en los que, en lugar de criticar a la persona por su conducta, le transmitamos cómo nos hace sentir esta, y cuál es el cambio que nos gustaría que hiciera. Por ejemplo: “Cuando me gritas, me siento poco valorado, por ello, te pido que moderes tu tono de voz”. Así mismo, otra forma de cuidarnos es acudir a los demás cuando necesitemos ayuda y delegar tareas que nos puedan estar sobrecargando.

Por último, más allá de cómo interaccionamos con otras personas, está el cómo nos vinculamos con ellas. Lo cierto es que, aunque vivimos en una sociedad que fomenta la individualidad, las personas somos seres sociables, y como tal, somos dependientes los unos de los otros. Con ello, podemos establecer relaciones horizontales y verticales. Las relaciones verticales son más relevantes en los primeros años de nuestra vida, en los que somos niños en proceso de desarrollo y necesitamos que otros nos cuiden. En la vida adulta, hablamos de relaciones horizontales, esto es, de igual a igual, en las que ambos cuidan y son cuidados. Mantener relaciones verticales cuando somos adultos, en las que somos exclusivamente cuidadores o cuidados, puede tener un impacto negativo en nuestro bienestar.

En el próximo taller del SPA, que dará comienzo la próxima semana y que tendrá lugar los días 11, 18 y 25 de noviembre de 2020, abordaremos esta temática en profundidad, promoviendo el autocuidado entre nuestros participantes y sobre todo, destacando la importancia que este tiene sobre nuestra salud y nuestro bienestar. Pues cuidarse no es una muestra de egoísmo, sino de amor hacia uno mismo y hacia los demás.

Empatía

"La Capacidad Transformadora: Explorando el Poder de la Empatía"      La empatía, esa cualidad humana que nos permite ponernos en ...