viernes, 21 de octubre de 2022

Salud Mental

SALUD MENTAL

Los problemas de salud mental han estado presentes en la sociedad desde sus orígenes pese a que, pocas veces, se les ha dado el espacio merecido en el ámbito de la salud pública. El pasado 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental con el objetivo de dar visibilidad y revindicar la necesidad de atender a esta área históricamente desatendida. Desde el Servicio de Psicología Aplicada os lanzamos la siguiente pregunta ¿por qué es importante recordar este día todos los días?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS):

· El 25% de la población sufrirá una enfermedad mental a lo largo de su vida.

· En 2030, los trastornos mentales serán la principal causa de discapacidad en el mundo.

· Los problemas de salud mental son la primera causa de enfermedad en jóvenes, principalmente los trastornos de ansiedad y depresión.

· El suicidio es la tercera causa de muerte en adolescentes a nivel mundial.

Por su parte el Instituto Nacional de Estadística (INE) refleja que se suicidan en nuestro país 10 personas al día, mientras lo intentan otras 20, es decir, mueren al año por suicidio 3.941 personas.

Datos como estos abalan la necesidad de seguir fomentando la concienciación sobre la importancia de atender al bienestar psicológico de la población, visibilizar los trastornos mentales y luchar contra la discriminación y la desinformación con diferentes objetivos:

- Reconocer la importancia de la salud mental y su influencia en la calidad de vida.

- Mejorar la comprensión de los trastornos mentales y su impacto en las personas.

- Vencer el estigma sobre los problemas de salud mental.

- Hablar abiertamente en espacios públicos y de gran alcance sobre salud mental, sobre nuestras necesidades y sobre nuestros miedos.

- Fomentar el respeto y la empatía hacia personas que están viviendo situaciones difíciles.

- Entender que salud mental no es solo ir a terapia, también este tener una red de apoyo sólida, tener acceso a espacios libres de juicios, convivir con bajos niveles de estrés, poder cubrir las necesidades básicas, etc.

Como hemos podido observar durante los últimos años, la situación cada vez es más compleja y los recursos actuales resultan insuficientes para atender la demanda actual desde el ámbito público. Durante la Asamblea Mundial de la Salud de mayo de 2021, los gobiernos de todo el mundo reconocieron la necesidad de ampliar los servicios de salud mental de calidad a todos los niveles. Sin embargo, queda mucho por hacer ya que, la salud mental sigue siendo un vacío en nuestra sociedad que nos afecta a todos. Urge aumentar la inversión en salud mental, especialmente en el ámbito de la atención primaria dotando a este sector de una mayor ratio de psicólogos por habitantes. Estos avances permitirían abordar las alarmantes cifras sobre los problemas de salud mental a las que nos enfrentamos. Se trata de trabajar en conjunto para reflexionar acerca de las acciones a implementar para que la salud mental sea una prioridad a nivel mundial ya que, no hay salud sin salud mental.

domingo, 9 de octubre de 2022

Los Debería

“Debería...” 

En un post pasado os hablábamos acerca de las distorsiones cognitivas. Vimos cómo éstas son creencias e ideas que forman parte del pensamiento humano y nos hacen interpretar la realidad de una manera u otra, llevándonos a errores. Si echamos la vista atrás, con mucha probabilidad, tanto a ti como a mí se nos pueden ocurrir distintas situaciones en las que hemos caído en estos errores de pensamiento. Sin embargo, en esta ocasión me gustaría centrarme en los imperativos categóricos. Este tipo de pensamientos los reconocemos porque suelen empezar por “debería…” o “tengo que…”. 

Debería ir más al gimnasio”. 

“Debería haber estudiado más para este examen”. 

“Debería comer menos”. 

“Debería ser una persona más cariñosa”. 

¿Te suena alguno de estos ejemplos? ¿Te vienen rápido a la cabeza otros presentes en tu día a día? Los imperativos categóricos consisten en pensar que uno mismo, los otros o las cosas -en general- deberían (o no) ser de una forma concreta. De esta manera, quedan establecidas una serie de normas rígidas y absolutas, no dejando la puerta abierta a otras opciones. Así mismo, es muy habitual que sobrestimemos las consecuencias negativas de no llevar a cabo estas ideas. 

Los debería son pensamientos muy versátiles, puesto que los podemos dirigir tanto al pasado como al presente, pero también al futuro. Por ejemplo, recuerdo una vez que estaba jugando un partido de baloncesto y en un momento dado fallé una canasta que podría haber metido, en seguida empecé a pensar que debería haber marcado esa canasta, ese pensamiento inicial empezó a llevarme a otra serie de pensamientos, entre los que recuerdo “debería haber prestado más atención”, “no debería haberme saltado ese entrenamiento” o “si no te centras más vais a perder”. Esta cadena de pensamientos, aparentemente inofensiva, hizo que empezase a fallar más dado que me dificultó focalizar la atención en lo realmente necesario. Como vemos, el debería inicial funcionó como un pensamiento desadaptativo, ya que impidió que aprendiese del error y continuase centrando la atención en el partido. Esto es simplemente un ejemplo. 

Teniendo en cuenta el futuro, los debería pueden acabar por convertir nuestros deseos o intereses en obligaciones, siendo éstos a veces difíciles de cumplir. Por ejemplo, frente a la idea inicial de aprender a tocar la guitarra por hobbie, si cada vez que nos ponemos a ello comenzamos pensando frases del tipo “debería saberme ya esta canción” o “debería practicar más horas al día”, muy probablemente el pasatiempo original acabe por convertirse en una obligación tediosa más. Además, cuando nos alejamos de aquello a lo que creemos estar obligados es natural que aparezcan emociones desagradables como la culpa, la vergüenza, la ira o la tristeza. 

El primer paso para empezar a trabajar estos pensamientos es identificarlos. Posteriormente, puede ser útil comenzar a replantearnos dónde hemos aprendido dichas exigencias, si concuerdan con la vida que nos gustaría llevar o con nuestras circunstancias concretas actuales. Por otro lado, podemos realizar un ejercicio de cambio en el cual convirtamos esos “debería…” por “me gustaría...” o “me ayudaría…”, al cambiar esas palabras, cambiamos también el significado y, por tanto, el nivel de exigencia y las emociones asociadas. Así, el “me gustaría saberme ya esta canción” suena mucho más amable y nos ayuda a mejorar el diálogo interno del que os hablábamos hace unas semanas ;). 

En el Servicio de Psicología Aplicada trabajamos este y otros muchos errores de pensamiento que pueden dificultar tu día a día. Si consideras que es tu caso, te animamos a pedir ayuda y a trabajar en estos pesos pesados. En cualquier caso, esperamos que os haya gustado el artículo. ¡Hasta pronto!

miércoles, 5 de octubre de 2022

Depresión infantil

DEPRESIÓN INFANTIL 

La depresión es un trastorno mental común y, según datos de la OMS, se estima que la padecen en todo el mundo el 5% de los adultos. Es, además, la principal causa mundial de discapacidad y, en ocasiones, puede llevar al suicidio. Algunos de los síntomas de la depresión son la tristeza, desesperanza, sensación de vacío, irritabilidad, falta de motivación para realizar actividades gratificantes y la pérdida de la capacidad para disfrutar de estas actividades cuando se llevan a cabo. Afectando todo ella a las áreas social y laboral del individuo.

Cuando hablamos de depresión la tendencia natural es enfocarse en cómo afecta esto a los adultos que la padecen. Sin embargo, los niños y niñas también pueden padecer depresión y en ocasiones ésta puede pasar desapercibida para los adultos. Hoy os hablamos de la depresión infantil, cómo podemos detectarla y qué podemos hacer para ayudar a nuestros hijos cuando la sufren.

En primer lugar, la depresión infantil es algo distinta a la que padecen los adultos. Una diferencia fundamental es que en los niños es más frecuente la irritabilidad y la agitación que la tristeza y sensación de abatimiento, aun estando estos síntomas también presentes. Otra diferencia fundamental es que cuando la depresión se manifiesta en la infancia son comunes las quejas físicas o somatizaciones. Por ejemplo, el niño se queja muy a menudo de que le duele la barriga sin que exista una causa orgánica real. Estas quejas suelen ser interpretadas por los adultos como “formas de llamar la atención” y en consecuencia son ignoradas.

Además de los anteriores, otros síntomas frecuentes cuando se da la depresión infantil son: baja autoestima, alternaciones en el sueño, pérdida de apetito, apatía, agitación, pérdida de interés por sus compañeros o amigos, aislamiento social y desinterés por sus hobbies, conductas para llamar la atención, dificultades para la concentración, problemas escolares y bajo rendimiento académico, tristeza persistente, baja autoestima y culpa y hostilidad hacía sí mismo o hacia los demás.

Asimismo, existen factores que pueden favorecer la depresión en la infancia. A continuación, te contamos algunos de ellos:

- Cambios importantes en su vida, como mudanzas o cambios de colegio.

- Falta de amigos en el colegio, dificultades para relacionarse o ser víctima de acoso escolar.

- Padecer otros trastornos o enfermedades crónicas.

- Pérdida de un ser querido como alguno de los padres, un familiar o la pérdida de una mascota.

- Vivir en un entorno familiar desorganizado, en el que hay conflictos entre los padres o estilos educativos inadecuados (muy rígidos y estrictos o excesivamente protectores).

- Niveles de exigencia muy altos, como tener expectativas excesivamente altas (y en ocasiones inalcanzables) sobre lo que debería rendir académicamente.

Teniendo en cuenta estos factores, existen algunas conductas que pueden mejorar el estado de ánimo del niño: realizar muestras de afecto frecuentes, que le ayude a sentirse reconfortado y a mostrar sus emociones; acentuar sus rasgos positivos elogiándole a menudo; mantener rutinas en casa organizadas; anticipar los cambios que vayan a ocurrir y puedan afectarle; mantener también un horario constante para dormir y llevar a cabo actividades relajantes que le ayuden; y preparar actividades interesantes y placenteras para hacer con el niño.

Si bien estas son solo algunas recomendaciones, te recomendamos que si la depresión persiste acudas a un profesional.

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