jueves, 4 de mayo de 2023

Ser cuidador

Ser cuidador

        Existen multitud de situaciones del día a día que pueden producir inestabilidad emocional. La capacidad para adaptarnos a ellas va a depender de los recursos adquiridos, las vivencias previas y de cómo interaccionamos con el ambiente, entre otros aspectos. Sin embargo, es muy difícil haber aprendido a relacionarnos con el hecho de tener que cuidar a alguien.

        Muchas personas se encuentran en esta situación. Gran parte de ellas son mujeres, y lo más habitual es que sean hijas o esposas, aunque, en menor medida, también nueras. El número de horas dedicadas al cuidado son muchas y esta labor no cae en balde, ya que suele acabar surgiendo cierta sintomatología, como ansiedad, sentimientos de soledad, cansancio o problemas para dormir. Además, su labor no suele ser reconocida y es difícil que encuentren momentos gratificantes propios.

        Algo común en estas situaciones es el abandono progresivo de uno mismo, ese proceso a través del cual la persona deja de cuidarse para cuidar al otro.

        Si sentimos que la situación nos resulta desbordante, es recomendable pedir apoyo psicológico. Es cierto que la realidad no podemos cambiarla y el problema va a estar ahí; sin embargo, es necesario entender, e ir aceptando, que van a sobrevenir momentos difíciles, como por ejemplo que no se cumplan las expectativas de mejora esperadas o la frustración e impotencia que surgen ante cambios inesperados, por ejemplo. Lo que sí podemos cambiar es la forma de relacionarnos con esa situación, en el sentido de establecer unas condiciones óptimas que permitan atender las necesidades del otro sin olvidarnos de las propias.

        Si ponemos el foco de atención en todo aquello que no podemos controlar directamente, como el comportamiento de otras personas o la incertidumbre respecto a la evolución de la enfermedad, la ansiedad, inseguridad o el miedo se van a experimentar con mucha intensidad. Por este motivo, si conseguimos centrarnos en aspectos que sí podemos controlar va a ser más probable que disminuyan esos niveles. Algunos aspectos a los que nos referimos son: la forma de comunicarnos, el aprender a trasladar las necesidades propias sin perder de vista al familiar, transitar las emociones desagradables o introducir hábitos de autocuidado.

        Desde el servicio nos gustaría trasladaros que el cuidar no es necesariamente acompañar al que sufre sufriendo, se puede aprender a atender las necesidades del otro sin descuidarse a uno mismo. Somos conscientes de que, en ocasiones, supone un reto convencernos de que somos mucho más que cuidadores. En definitiva, entender el cuidado como actividad y no como un estilo de vida.

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