jueves, 21 de enero de 2021

Contacto y apego


Piel con piel

Tras el nacimiento el niño se coloca sobre el pecho de la madre, este gesto parece sencillo, podemos interpretarlo casi como una presentación, pero en realidad encierra muchas más cosas de las que se podría esperar. 

De todos es sabido que cuando un niño nace prematuramente los médicos siempre recomiendan a los padres el “contacto piel con piel”. Esto se debe a los muchos beneficios físicos que tiene para el bebé el contacto con sus figuras de cuidado. Estos incluyen desde la termorregulación, hasta el establecimiento de ciclos de sueño más regulados, pasando por una mayor estabilidad cardio-respiratoria, una menor tasa de infecciones, aumento del consumo de leche materna y del tiempo de lactancia, así como un mejor desarrollo neurológico. También supone una mejor interacción entre el bebé y los cuidadores, además de una mayor satisfacción en estos a la hora de proveer de cuidados.

En los mamíferos la presencia de un cuidador, habitualmente la madre, que da alimento y seguridad es crucial para la supervivencia del individuo, ya que provoca la adecuada maduración de los sistemas que protegen del estrés y favorecen el contacto social. Pero el contacto piel con piel genera un vínculo que no solo tiene beneficios en el ámbito físico como decíamos, también tiene beneficios en otros niveles. Este vínculo comienza durante el embarazo y se desarrolla principalmente durante los primeros años de vida. El apego, como lo llamamos, es de gran importancia, ya que de algún modo, dibuja los patrones sobre los que después cortaremos todas relaciones sociales. 
Esto no quiere decir, por supuesto, que no sea modificable y de ser necesario que no podamos trabajar en ello para asegurarnos relaciones satisfactorias y sanas. El contacto piel con piel o el método canguro, favorecen (que no determinan) el establecimiento de esta primera vinculación que precede al desarrollo del apego en lo sucesivo. 

El apego refleja la seguridad del niño para explorar el entorno sin su figura de apego y la percepción de disponibilidad de los cuidadores para poder regularle. Principalmente podemos nombrar cuatro categorías:

(1) El apego seguro, sería el ideal, en estos casos el bebé siente una baja ansiedad ante la ausencia de la figura de apego y recurre a ella cuando es necesario.

(2) El apego desorganizado, es aquel en el que no hay nada claro, en estos casos el niño “no sabe a qué atenerse”, el nivel de ansiedad y de evitación del pequeño es elevado, está muy alterado y no busca a la figura de apego para que le calme. 

(3) Apego ansioso-ambivalente, en este caso la ansiedad o el malestar es elevado y, el menor, busca de manera desesperada a la figura de apego, en estos casos el niño se angustia ante la marcha del cuidador, pero este no es capaz de calmarle al regresar. 

(4) Apego ansioso-evitativo, en este tipo, la ansiedad ante la ausencia de la figura de apego es baja, al igual que las conductas de búsqueda de la figura de apego para que le calme.

A pesar de que de entre los cuatro tipos de apego solo uno resulta el ideal, debemos tener en cuenta que a medida que vamos creciendo nuestras relaciones no se restringen a los cuidadores, sino que se amplían. En esta “democratización” de nuestras relaciones sociales podemos establecer vínculos diferentes al original, es decir, pese a que nuestro apego de origen sea ansioso-evitativo, con nuestra pareja o mejor amigo podemos establecer un vínculo de apego seguro, en el que poder desarrollarnos de manera sana. 


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