miércoles, 28 de abril de 2021

Burnout

Salud y trabajo: el síndrome del quemado

Es de sobra conocido que los factores relacionados con el entorno laboral son variables de gran influencia en lo que a la salud mental se refiere, y a nadie le extrañará que encontrarse en situación de desempleo sea un factor de pronóstico negativo en lo que respecta al posible desarrollo de un cuadro o en el pronóstico de un problema salud mental ya establecido. Además, variables como la precariedad laboral, la falta de claridad en las tareas que se deben de realizar, la falta de objetivos o la inflexibilidad en los horarios de trabajo, entre otros, son algunos de los factores en el entorno laboral que pueden favorecer a la aparición de problemas de salud mental.

En el año 2019 la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó el “burnout o síndrome del quemado” en la clasificación internacional de enfermedades, lo que se conoce como CIDI-11, un compendio que edita la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que sirve de guía para el diagnóstico de enfermedades. Pese a haber sido incluido en el manual, la OMS no considera el burnout un “cuadro médico”, sino un como un factor que puede ser relevante en cuanto a la salud y que motiva el contacto de la persona con los servicios de salud.

Pero ¿qué es el burnout? Según la OMS, se trata de un cuadro resultante de un estrés crónico en el ámbito laboral que no ha sido manejado de manera adecuada. El burnout implica una afectación en tres grandes esferas las cuales caracterizan este cuadro:

Pérdida de energía o agotamiento, es el elemento básico del síndrome del quemado. Hace referencia a esa sensación de excesiva exigencia, de estar agotado de recursos físicos y emocionales energías para afrontar el entorno laboral. Los conflictos interpersonales en el entorno laboral y una excesiva carga de trabajo son las principales fuentes de agotamiento. 

Cinismo, hace referencia al ámbito más interpersonal del burnout, implica la respuesta apática, negativa o insensible al trabajo. Supone que la implicación en lo laboral será menor, es decir, la persona únicamente se plantea cuál es la forma más rápida de acabar su trabajo y salir de la oficina. Se suele desarrollar como una respuesta protectora ante la excesiva exigencia del entorno, una especie de amortiguador que reduce la sensación de carga de trabajo y protege a la persona.

Sensación de ineficacia, este es componente auto-evaluativo del burnout, supone sentimientos de falta de recursos, incompetencia, ausencia de logros y productividad en el trabajo. Implica una visión negativa de uno mismo, lo que suele desembocar en un estado de ánimo bajo.

Habitualmente el burnout se desarrolla a partir de la pérdida de energía para evolucionar hacia el negativismo y a la sensación de ineficacia. Este proceso implica que el “problema”, es decir, las demandas del entorno pasan de ser algo externo a la persona, a interiorizarse. Esto convierte al trabajador en el origen de su propio malestar.

A diferencia de otros trastornos relacionados con estrés, el burnout se caracteriza por ser crónico, el proceso de exposición prolongada a los estresores y la “erosión” que implica esta exposición, hace que la sintomatología del cuadro sea más estable a lo largo del tiempo. 

Entonces, ¿cómo podemos enfrentarnos a esto? Por desgracia, no todo está en nuestra mano: disponer de entornos laborales flexibles, en los que las condiciones de trabajo sean las más adecuadas, no siempre es posible. Sin embargo, podemos trabajar a nivel personal para mejorar este ámbito de nuestra vida, mantener un adecuado autocuidado (encontrareis más información en nuestra entrada: La importancia de cuidarnos) y resolver los conflictos que se puedan presentar, puede ayudar a gestionar aquellos elementos sobre lo que sí tenemos capacidad de decisión.

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