jueves, 15 de octubre de 2020

Dolor crónico

Dolor crónico y factores psicológicos 

¿Puede existir dolor provocado exclusivamente por causas psicológicas? ¿Es lo mismo dolor crónico que fibromialgia? Con motivo de la celebración el 17 de octubre del Día Mundial contra el Dolor, repasaremos estas cuestiones. 

En primer lugar, el dolor es definido por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) como una experiencia sensorial o emocional desagradable, asociada a daño tisular real o potencial. La mayoría de las personas han sentido dolor alguna vez, ya sea por una caída o por alguna enfermedad. De hecho, según las estadísticas, el 50% de las personas que acuden a recibir atención primaria, es por causa de algún dolor. Pero, además, de ellas una de cada cinco sufre de dolor crónico y una de cada tres tiene dolencias tan graves que no pueden lograr tener una vida normal.

Se calcula, por ejemplo, que entre la mitad y las dos terceras partes de quienes sufren dolor no pueden hacer ejercicio ni dormir normalmente, además de que no siempre son capaces de desempeñar tareas de la vida diaria, conducir, caminar, tener relaciones sexuales, ni participar en actividades sociales. 

El dolor crónico, por su parte, es el que se prolonga durante más de 3 meses o persiste más de un mes después de la resolución de una lesión. Las causas incluyen trastornos crónicos (ej., cáncer o artritis), lesiones (ej., hernia de disco) y muchos trastornos de dolor primario (ej., fibromialgia o cefalea crónica). El problema aparece cuando este dolor crónico no remite con fármacos o tratamientos médicos. Es en este punto, cuando los tratamientos psicológicos cobran mayor relevancia. 

También puede ocurrir, precisamente, que los factores psicológicos sean el principal causante del dolor o bien amplifiquen el dolor persistente. En este caso hablamos de trastorno de síntomas somáticos, en el cual también suelen aparecer pensamientos, sentimientos o comportamientos excesivos relacionados con los síntomas somáticos o asociados a la preocupación por la salud.

En cualquier caso, la terapia psicológica puede ayudar en casos de dolor crónico a:

- Adaptar las creencias y expectativas sobre la salud y los síntomas físicos.

- Aprender a reducir el estrés, que puede estar entre las causas o consecuencias del dolor. 

- Reducir la preocupación sobre los síntomas.

- Aprender a lidiar con los síntomas físicos, dejando de evitar actividades a causa de las sensaciones físicas incómodas.

- Mejorar el funcionamiento cotidiano en el hogar, el trabajo, las relaciones sociales. 

Otro aspecto importante es el de eliminar los comportamientos, especialmente de los miembros de la familia, que refuerzan la conducta del dolor (por ejemplo, las preguntas constantes sobre la salud o la insistencia en que no realice tareas). También se deben elogiar los progresos y las conductas adaptativas.

Finalmente, resaltar que la OMS ha solicitado que el dolor crónico pase a ser considerado una enfermedad y que su alivio sea catalogado como un derecho humano. Sin embargo, debemos ser cautos con eslóganes demasiado dicotómicos de “todo o nada”, como por ejemplo el de “nadie tiene que sufrir dolor”. No debemos olvidar que tanto el dolor como el malestar (físico o psicológico) forman parte de la vida y en algún momento podemos encontrarnos con ellos. La sociedad y la cultura actual nos ha conducido a pensar que siempre debemos estar bien, incluso aunque realmente no lo estemos. Esta evitación del malestar también puede llegar a provocar problemas psicológicos y a producir el efecto contrario: cuanto más se intenta evitar el dolor más se piensa en él y, como efecto colateral, más se sufre. Por tanto, es más apropiado un afrontamiento del dolor crónico mediante la aceptación y el compromiso con nuestros valores personales. Y aceptar que estar mal no significa no poder disfrutar. 

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