viernes, 26 de marzo de 2021

Depresión y tercera edad

Depresión y tercera edad

Con la edad se agria el carácter, todos lo hemos oído, también hemos oído eso de que cuando nos hacemos mayores nos volvemos más gruñones. Podríamos pensar que esta transmutación del carácter se debe a los cambios que se producen con el envejecimiento, y quizá sea cierto. Pero la realidad es que existe una lista de problemas de salud que, normalmente, relacionamos con las personas mayores, como los problemas de movilidad, la artrosis, los problemas de audición, vista, y un larguísimo etcétera; aunque aparecen pocas dificultades relacionadas con la salud mental, quizá el área de la salud que más tiene que ver con esta frase. 

Hoy nos gustaría hablar sobre una enfermedad mental común en la tercera edad. Quizá penséis en la demencia, pero nosotros nos referimos a la depresión, ¿existe realmente? ¿Cómo se manifiesta?, ¿Cómo podemos distinguirla de otras cosas? ¿Tiene tratamiento?

La depresión en la tercera edad no es algo raro o poco habitual. Si bien es cierto que los estudios no son concluyentes, parece que entre el 20 y el 30% de las personas mayores de 65 años presentan sintomatología concordante con la depresión. Estas cifras aumentan espectacularmente entre aquellas personas que, por ejemplo, viven en residencias para la tercera edad. Tras el periodo de confinamiento debido a la epidemia de la COVID-19, sólo podemos imaginar la magnitud de estas cifras, ya que la depresión en las personas mayores se asocia muy a menudo con la pérdida de reforzadores, como el contacto social o la actividad física.

En relación a la depresión, debemos hablar del riesgo autolítico. En este grupo de edad el suicidio también se produce, principalmente de manera “pasiva”, “dejándose morir” al negarse a tomar la medicación o a comer. También pueden producirse de manera más violenta, especialmente entre los varones. Mientras que entre las mujeres es más frecuente la ingesta excesiva de medicación. 

La depresión en la tercera edad es difícil de identificar, pues se encuentra “enmascarada” por varios factores. El primero de ellos es la confusión de posibles síntomas de la depresión a características propias del envejecimiento, como la falta de apetito, la pérdida de interés, las alteraciones del sueño, el enlentecimiento psicomotor, etcétera. También es posible confundir las quejas somáticas asociadas a la depresión, como los trastornos gástricos o dolores osteomusculares, con síntomas propios de otros trastornos concomitantes. Por si fuera poco, también hay que diferenciar la depresión de la demencia, ya que es muy fácil confundir ambos cuadros, pues comparten algunos síntomas que pueden llevar a equívoco y que pueden provocar que se confundan. A continuación encontrarás algunas diferencias entre la depresión y la demencia:

La intervención psicológica de la depresión en la tercera edad se caracteriza por sesiones breves y adaptadas a las características de la persona. En general, se establecen objetivos concretos y específicos, y se busca generar una consideración positiva sobre sí mismo en el usuario, resaltando los reforzadores positivos disponibles, las interacciones agradables con el medio y el ejercicio físico. 

Como profesionales podemos optar, si la situación lo permite, por un formato de terapia grupal, el cual suele tener grandes beneficios. Compartir experiencias comunes, sentir que hay otras personas que están sufriendo algo similar, compartir preocupaciones, favorece la interacción y ayuda a comunicar sobre el propio estado.
Sin embargo, debemos recordar que están prohibidas expresiones del tipo “ánimo”, “paciencia” o “ya quisieran otros estar como usted”, son expresiones manidas que no ayudan a que la persona se sienta mejor, a pesar de que esa suele ser la intención de quien las dice. 

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