martes, 19 de octubre de 2021

Cáncer de mama

Día contra el cáncer de mama

Según los últimos registros estadísticos, el cáncer de mama continúa siendo el más frecuente entre la población femenina. Se estima que el riesgo de padecer esta enfermedad a lo largo de la vida de una mujer es de una por cada ocho. Pese a ello, la tasa actual de fallecimientos por este motivo en España es de las más bajas, y la mayoría de las defunciones se dan en mayores de 75 años. Es por ello fundamental acudir a realizarnos revisiones periódicas a partir de cierta edad, sobre todo ante la aparición de síntomas sospechosos, como los bultos, el dolor inusual o el sangrado.

Es cierto que en muchas ocasiones nos asusta la idea de que nos puedan dar malas noticias, y quizás eso nos frene e impida que cojamos cita con nuestro médico. Otras veces puede suceder todo lo contario, es decir, que sintamos la necesidad de pedir una segunda y hasta una tercera o cuarta opinión profesional porque estemos convencidas de que tenemos algo malo y no nos lo están sabiendo diagnosticar, entrando en una espiral constante de preocupación y nerviosismo que va a provocar que nos estemos hipervigilando a todas horas. Pues bien, ambos comportamientos tienen un carácter desadaptativo, y ahora veremos por qué:

Caso número 1. Nunca vamos a revisión: sabemos que podemos ser esa mujer de cada ocho que va a padecer esta dolencia, sabemos también que hay tecnología lo suficientemente avanzada a nuestra disposición como para poder llevar a cabo una detección precoz y, sin embargo, nos negamos a someternos a una exploración rutinaria. ¿Qué conseguimos con esto? Si realmente estamos sanas y salvas, ¿no estaríamos mejor aún si es un profesional de la medicina quien nos lo corrobora? ¿No sería más beneficioso quitarnos ese peso de encima y dejar al fin a un lado esos pensamientos rumiativos que a cada instante nos asaltan? Mas… ¡pongámonos en el peor de los casos! ¿Y si nos comunicaran que tenemos un tumor? ¿Acaso el hecho de ignorarlo nos curaría? ¿No se produciría, en cambio, la situación contraria? Es decir, estaríamos padeciendo una enfermedad altamente invasiva sin ser conscientes de ello, con lo cual las probabilidades de atajarla a tiempo se estarían yendo a pique. Pero, vayamos ahora al siguiente supuesto…

Caso número 2. Vamos a revisión todo el tiempo: primero a una consulta, después a otra…, nos tocamos los pechos constantemente, etc. ¿Qué podemos conseguir con este comportamiento? En primer lugar, acabaríamos inflamándonos el tejido mamario, a base de manipularlo sin cesar. En segundo lugar, si no paramos de someternos a pruebas que requieren pasar por rayos X, ese exceso innecesario de radiación podría hacer que el riesgo de padecer un cáncer, en lugar de disminuir, creciera. Y, en tercer y último lugar, ¿en verdad nos íbamos a creer un diagnóstico poco favorable, si llegara a producirse, si todo el tiempo estamos desconfiando de la opinión de los especialistas cuando nos aseguran que estamos en óptimas condiciones? ¿No hay, acaso, las mismas posibilidades de que fallen en la evaluación hacia un lado de la balanza o hacia el otro? Si opinamos que le concederíamos credibilidad a un juicio clínico aterrador, ¿por qué no concedérsela también a otro que sea más benévolo?

Desde el Servicio de Psicología Aplicada de la UNED deseamos que este pequeño ejercicio os haya resultado de utilidad y que os invite a expandir el pensamiento, sin permanecer ancladas en ese punto invariable del que a menudo no nos movemos, generándonos tal situación ansiedad, estrés y malestar general.
Muchas gracias por seguirnos y leernos. Tenemos una cita en el próximo artículo. ¡Hasta pronto!

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