sábado, 21 de octubre de 2023

Indefensión aprendida

Indefensión aprendida

    Imagina la siguiente situación. Un día, al salir de casa, agarras el pomo de la puerta y éste te da calambre. Nada peligroso pero sí molesto. Te preguntas qué ha podido pasar y te dispones a solucionarlo. Llamas al electricista, quien después de revisar todo el cableado (y de cobrarte por ello) te dice que no hay ningún problema y que la causa debe ser otra. Compras alfombrillas que eviten la electricidad estática por si pudiera ser eso, pero tampoco. Incluso llegas a cambiar la puerta, porque ya no sabes qué más hacer. Al final, después de haberlo intentado todo, te resignas y aceptas que, cada vez que quieras entrar o salir de casa, te vas a llevar una pequeña descarga. A éste estado es al que llamamos indefensión aprendida.

    Éste término lo acuñó Martin Seligman allá por 1967. Hace referencia a un estado psicológico al que se llega cuando entendemos que un suceso ocurrirá independientemente de la respuesta que nosotros demos a él. Es decir, algo pasará sí o sí, independientemente de que queramos que pase, que no queramos, que hagamos algo al respecto, que nos quedemos parados, que contemos hasta diecinueve, nos purifiquemos el aura o que escribamos cartas protesta al ayuntamiento. Da igual, nuestro poder de decisión y acción queda suprimido por ese suceso. No hay absolutamente nada que podamos hacer para cambiarlo.

    Una vez que hemos comprendido esto caemos en un estado emocional complejo donde pueden aparecer sentimientos de resignación, desesperanza o ansiedad. Pero no es sólo nuestra parte emocional la que se ve afectada. Si hablamos de motivación, ésta desaparece casi por completo (¿para qué voy a seguir intentando cambiar algo sobre lo que no tengo control alguno?). Se tarda mucho más en iniciar una respuesta voluntaria y prácticamente lo único que queda son reacciones automatizadas. Pero además, cognitivamente (a nivel de aprendizaje), si de repente volvemos a recuperar cierto grado de control sobre las consecuencias, es mucho más difícil aprenderlo (es posible incluso que volvamos a tener poder sobre la situación y nunca volvamos a ser conscientes, porque no podemos reaprenderlo).

    La indefensión aprendida es un fenómeno serio, y es muy común encontrarlo en casos de estrés grave mantenidos en el tiempo. Puede verse en depresiones severas donde la persona siente que ha intentado lo imposible por mejorar, pero que haga lo que haga todo seguirá siendo igual, llegado incluso al suicidio en algunos casos. También podemos encontrarla en situaciones de violencia de género o bullying, donde las víctimas puede que ni sepan en primer lugar por qué se les está agrediendo, para finalmente aceptar que esas agresiones serán así siempre, que les acompañarán el resto de su vida.

    Es muy posible que el lector conozca la metáfora del elefante encadenado, pero por si no fuese el caso la resumimos. Un niño acude a un circo donde ve un elefante encadenado a un pequeño poste de madera. El niño se escandaliza y pregunta a su abuelo cómo es posible que el elefante, con su fuerza, permanezca retenido por un poste tan pequeño, pues podría arrancarlo fácilmente y salir corriendo. El abuelo le contesta que el animal lleva encadenado a ese mismo poste desde que era muy, muy pequeño, y que como por aquel entonces no pudo escapar, aceptó que nunca jamás podría tener la fuerza necesaria para arrancarlo y ser libre.

    En este ejemplo, el elefante (y, por extensión, cualquiera que haya desarrollado indefensión aprendida) manifiesta lo que denominamos locus de control externo. El locus de control hace referencia a dónde creemos que está el control. Como hemos dicho al principio, si ese locus es externo, todo aquello que pase se escapa a nuestro control (puede ser suerte, karma, injusticia…) mientras que si es interno, lo que ocurra dependerá de nosotros (de mi habilidad, o de mi labia, etc.). El locus es un factor relevante en el desarrollo de la indefensión aprendida, pero no es inamovible. Podemos trabajarlo para nuestro propio crecimiento.

    Ahora que sabemos lo que es la indefensión aprendida podemos desarrollar cierta perspectiva para combatirla. Recuerda que la terapia psicológica puede ayudarte a desenredar una situación que parece no tener salida. Y recuerda también que, si lo necesitas, puedes pedir ayuda, así como ofrecérsela a quien crees que pueda necesitarla.

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